Letras tu revista literaria

lunes, 9 de abril de 2012

CAPÍTULO II DE "ASÍ EN EL CIELO"

Frente a él acababa de hacer acto de presencia una particular pareja, tan particular, por su extravagancia, cosa esta que al sheriff no le sorprendía en absoluto, él estaba más que acostumbrado a enfrentarse con las extravagancias de cientos de personajes incluyendo la suya, no iba a sentirse intimidado por la presencia de aquellos dos. Uno tan grande como él, y tan lacio, y además había un rasgo muy parecido en ambos, aquella resuelta nariz que olisqueaba a distancia. El otro en su mediana estatura, y con el mismo rasgo en común, así que en aquel despacho, donde el sheriff estaba aquella mañana limándose las uñas, donde ondeaba al viento aquella melena rubia, se reunieron tres narices que podían dejar sin aromas un vergel donde las rosas prevalecieran sobre los jazmines, o las damas de noche.
Allí estaban las tres insignias olfateándose mientras que en el pecho del agente de la ley brillaba otra como una reluciente estrella sobre su corazón, que latía orgulloso de soportar el peso de aquel astro que anunciaba el grado, además del nombre, por el que se debían dirigir a aquella melena de oro: Sheriff Cesáreo Márquez Douglas.
Tras el enfrentamiento de las narices que se batieron en duelo aspirando todos los rincones del lugar y de los presentes en él, hubo un silencio escrutador. Se cruzaron miradas, los ojos con rasgos orientales se envilecieron mirando en los ojos de los dos personajes. Los ojos de estos también se enfrascaron retadores ante la estrella; la melena amarilla había dejado de ondear en las sombras de la pared porque el astro rey había abandonado la estancia a la que minutos antes había otorgado el privilegio de su presencia.
Las sombras se disparaban, ahora, sobre un suelo de madera donde se mezclaron con el aroma de pino del que habían sido sacadas las tablas que conformaban, a modo de rompecabezas (un simple puzle para niños de tres años), el suelo del despacho de Cesáreo.
 -¿Qué es lo que se les ofrece?- carraspeó el poseedor de la estrella con un tono, evidentemente, de prepotencia sobre los intrusos.
 -Nos ha traído ante usted, magnifica cabellera, porte y admiración de la población donde aplica la ley con total magnanimidad para satisfacción de los contribuyentes, la necesidad de solicitar de su excelencia una autorización muy, o eso es lo que creemos, singular por no decir algo extravagante o extravagaria, que no tiene nada que ver con aquel libro que escribiera Pablo Neruda- respondió uno de los dos personajes, en este caso el femenino de aquella pareja, una mujer ya anciana.
 -Me sorprende su erudición- exclamó el sheriff sin tener ni idea de lo que le estaba hablando aquella mujer que por sus rasgos a él se le hacía familiar.
 -No es grande la sabiduría que me otorgan sus labios lineales, yo no he tenido la ocasión que otros, que probablemente por sus condiciones sociales, quiero decir por su escalafón en la sociedad, un tanto elevado económicamente, han podido tener, por eso de estar más a su alcance, una educación y cultura sobradamente más rica que la que yo poseo, y con ello tener más cerca la sabiduría. Pero no es ese el motivo que nos ha traído ante usted a mi nieto y a mí. Es un tema no muy alejado de la sofisticación de algunos elementos sociales o culturales, nada desconocido en la historia. De hecho es un método que usaron los antiguos para perpetuar la existencia, una forma de inmortalización del cuerpo físico.
 -¡Vaya qué sorprendente mañana me espera, cuando ya la creía tan rutinaria como de costumbre!- dijo atusándose la melena dorada el sheriff.
 -Cree que ésta mañana no va a ser como cualquiera- dijo el personaje masculino de aquélla pareja.
-¡Claro que no, muchacho!, y ustedes son la razón que sin duda hará que me divierta hoy.


Continuará próximo capítulo EL MIÉRCOLES día 11 de abril de 2012
Así en el cielo novela de Salvador Moreno Valencia: http://www.alvaeno.com/asienelcielo.htm