Letras tu revista literaria

viernes, 29 de junio de 2012

Significar el paisaje


Fotografía E. de Juan



Significar el paisaje, buscar el tiempo, escenificar la hora.

El paisaje cae sobre los peldaños del
tiempo dibujando escaleras a la hora.

Significar la hora,
buscar el paisaje,
escenificar el tiempo.

Caer en la huida
Atravesando el paisaje
corriendo el tiempo
al paso de la hora.

Significar el tiempo, buscar la hora, escenificar el paisaje.

Del Poemario Cuaderno de la huida, de Salvador Moreno Valencia.

viernes, 22 de junio de 2012

El centauro



Ring, ring, ring; cuatro y a la de cinco la telefonista descuelga el auricular:
-¡Dígame! aquí la central de la policía, en qué puedo ayudarle.

Sistemáticamente como una de esas máquinas, la señorita suelta su discurso. Al otro lado una voz sollozante, más bien una voz ahogada en llanto intenta hacerse paso entre la oleada de lágrimas salvajes que como un surtidor sin control humedece el cielo con su lengua de agua, las lágrimas humedecen el rostro del la mujer que intenta decir algo a la persona que como una máquina ha soltado su retahíla de palabras aprehendidas.

-¿Es la policía? -pregunta tímida y temerosa la voz.
-Sí, ya se lo he dicho -responde la telefonista algo indignada, o más bien cansada de oír siempre lo mismo, pero ahora, precisamente ahora va oír algo diferente; no es la común denuncia de robo, de pelea o de borrachos molestando a altas horas de la madrugada. Esta vez es algo fuera de lo normal, sobre todo para la telefonista que tan sólo lleva en ese puesto dos días.

-Quería poner una denuncia.
-Muy bien pues comience, no tengo todo el día para usted -responde alterada la joven.

El centauro dobló la esquina, o mejor dicho, giró en la esquina, cambió el rumbo y se dirigió, ebrio de líquido baconiano, hacia el portal de su casa. Una manzana tan sólo lo separaba de su aposento. Luego, como buenamente pudo, abrió la puerta del portal; subió la escalera, a cuatro patas; dos pisos y ya está. Un naciente ardor de ira y odio se fue apoderando de sus ojos.

Arriba dormía con un sueño entrecortado de pesadillas la mujer a la que él, afirmaba amar, con uno de esos amores posesivos y violentos.

La escena dejaba un aroma de hielo en el aire profundo de la noche.

Las llaves en la mano izquierda se agitaban o eran agitadas por un acto nervioso que no dejaba apaciguar los dedos que, inquietos, estrangulaban el llavero, donde una fotografía, (de ella, la que se debatía entre pesadillas) sonreía al objetivo de una cámara que inmortalizó el momento en que contrajera matrimonio, con él, el centauro. El flash y luego la posteridad, el futuro imperfecto que la balanceaba (a ella que despierta de su pesadilla), entre el terror y la locura.

El centauro abigarrado y sumido en el despecho, el desprecio y la cólera, cocea con su patas de macho (semental de masa encefálica gris); que interpreta, cualquier actitud o cualquier gesto: una mirada, una leve sonrisa, un saludo, como una provocación y una humillación hacia su persona.

-Ya no me quieres como antes, eres...

Comienza la fría palabrería, que veja, que humilla previamente a la paliza, escupida por el odio interior que el alcohol, una noche más, ha enaltecido haciéndole invencible: el centauro poderoso, bestia y hombre.

Sobrio es capaz de golpearla hasta la extenuación.

Ebrio el centauro bufa y, en sus ojos la cólera ardiente como el fuego en la boca del dragón que un osado llamado San Jorge le  arrebatara la vida de un tajo de espada y luego lo arrastrara asido con el cinturón de la princesa, se agita y la puerta cede a su embate.

Ella sale de las profundidades del averno al oír el sonido de los cascos del centauro en el pasillo, y dolorida, compungida por el miedo que siente se refugia bajo el edredón: (ánade muerta, plumas que confortan ante el frío polar de la noche), plumas sin alas, las sin plumas que puedan rescatarla, que puedan hacerla volar por encima de la cabeza del monstruo y alejarse indemne de allí.

Frente a ella, en la puerta, ya en la habitación la bestia bufa impregnando la alcoba con el vapor del aliento que deja en el aire un olor dulzón aguardentoso.
Ella gime aterrorizada bajo la frágil barrera plumífera. Él, el centauro, vuelve a bufar y reculando sobre sus cuartos traseros da media vuelta y se dirige a la cocina.
Ella suspira con alivio; sale de la cama y se refugia en el cuarto de baño.
En la cocina él, ojos vidriosos, bilis en la boca; un trago más y la voz de las estrellas estrellándose en los azulejos del recuerdo.

-Ya no me quieres como antes, eres una…

Fotografías de novios felices cortando una tarta. ¡Vivan los novios!

Ella, sobrecogiéndose y armándose de valor se dirige hacia un enfrentamiento que no podrá aplazar por mucho más tiempo.
Él, lágrimas de rabia corriendo por su rostro sudoroso y rojo de ira.
Ella, por primera vez lo mira  a los ojos retadora, sin miedo o como si este se hubiese convertido en temeridad.
El centauro se gira y con un golpe violento cae sobre la fragilidad personificada en ella que se desploma sobre el suelo de la cocina.
Él busca en uno de los cajones, nervioso y violento esparce su contenido sobre la víctima que solloza hecha un gurruño a sus pies.
Ella recibe la lluvia de metal y estoicamente con una fuerza inusitada se yergue asiendo un cuchillo jamonero en su mano derecha.
El centauro se derrumba en el suelo dividido en dos. La bestia por un lado lanzando al aire sus últimas patadas, y por otro el hombre bañado en lágrimas de odio mirando al techo, grita: 

-Ya no me quieres como antes, eres una…

San Jorge en ella; el dragón vencido, el centauro, por fin separado, la bestia se retuerce, el hombre perece y en la foto parecen haberse esfumado las sonrisas y el cuchillo con el que cortaban, los novios felices, la tarta, ha desaparecido.

Ring, ring, ring, cuatro y al de cinco… 


Relato incluido en el libro El defecto mariposa

viernes, 15 de junio de 2012

De la estulticia



 Ahora que sé
como lo hizo Brecht
soy como un galápago
en medio de un inmenso océano
buscando una isla
donde enterrar sus huevos.
Yo entierro mi vómito
pero ¿quién soy yo para enterrar nada?

No soy un dogmático, ni un retórico, ni un demagogo
soy simplemente un hombre
Que soporta el tedio
de reuniones donde se dan cita
la estulticia, la ignorancia y la vacuidad.
Tres poderosas hermanas para estupidizar al hombre.
Pero ¿quién soy yo para cuestionar sus actos?
Nadie, nada más que un hombre.

La única forma de soportar
esas tediosas fiestas
es uniéndome a Baco, libando
mientras oigo cómo esos seres
hacen acopio de la lista
de objetos inútiles recientemente adquiridos.

Ellas lucen trajes relucientes
mientras sueñan con un Efebo
con el que fornicar con
pasión pornográfica
a la que no acostumbran
a someter a sus fieles maridos:
mascotas domesticadas.

Bebo y me extasío
no necesito demostrar nada
afirman que soy un tipo raro
quizás desconozcan la palabra...

Si intentas penetrar
más allá de sus cáscaras
no hallarás sino
gusanos como en una castaña podrida.

A pesar de todo los admiro
los aprecio, y siento, en el fondo,
cierta compasión por ellos,
por ellas, además de compasión,
siento deseos de poseerlas
hasta caer exhausto
sobre sus prominentes montes venusianos.

Incomprendido
emprendo la huida:
allá, lejos
de
todo
ese
ruido
mi cabeza
parece mucho
más
segura
alejada de la estulticia.

miércoles, 13 de junio de 2012

Momentos



A la hora exacta, en la madrugada, la soñé en algún lugar imaginario donde las olas se confunden con el brillo de la luna.

El efecto de la cerveza creaba en mi cabeza caballitos de mar, sirenas de plata, veleros blancos empujados por el viento. Amargo trago de desamor; bebí en soledad en el bar de mi nostalgia donde palpitan los sentimientos de de mis deseos vagabundos. La tomé de un trago, la sentí correr por mi garganta quemando mi esófago, encendiendo la llama en la boca del estómago. A la novena... siempre pierdo la cuenta... y la cabeza...

Ella, fría, calculadora, atajó mi embate sin rodeos, me pidió que la dejara tranquila, me dijo que le apetecía seguir sola, allí, sobre la encerada y brillante tarima del deseo. Orgullosa, sentenció, con brillo en sus ojos; en sus labios los deseos atrincherados tras las palabras. Fueron los cristales de su boca los que nos separaron una vez más.
 
A la hora exacta en la que el tiempo queda detenido como si hubiese dejado de existir, el deseo quedó sepultado bajo la arena en la playa de su vientre, en las crestas de sus pechos, en los recuerdos de su exacta lengua.

En la cerveza número once o doce... o en la primera, perdí al amor, gané al olvido. Miré en los espejos como un moribundo, yo no estaba ya al otro lado. Recorrí calles vacías donde la nostalgia vaga herida de melancolía. Caminé toda la noche hasta que el alba me sorprendió embriagado de tragos amargos, fui dando tumbos, observado por las ventanas cerradas tras las que arde el fuego del amor que promete morir en mil tardes de gris cotidianidad, bajo la pesada losa de la mediocridad; tuve nuevamente el sueño en el que ella me mira desde lejos.

Aurora abrió sus manos un día más, sus rosados dedos vertieron sus rayos en mis ojos que derramaron unas lágrimas que bajaron por mis pálidas mejillas. La forja de las rejas me hablaba de encierros, de cárceles, de seres oprimidos, y, lo que es peor, de mi fracaso... 

Labios..., ojos..., negros agujeros infinitos... Mis labios, mi torre de Babel asaltando los momentos en los que se rompen los cristales y ya nada puede unirlos.
La realidad saca a escena los prejuicios empañando los cristales que nos alejan una vez más.

Desperté…, un Bradomin he sido, con más pena que gloria…

La luna saltó de su cama y fue iluminando los rincones oscuros; en los espejos los cristales de mi copa se rompieron, a la novena o décima cerveza -no lo sé, siempre pierdo la cuenta y la cabeza-,  los deseos se derraman como espuma sobre tu vientre imaginario.

Sentí miedo, me refugié en los cálidos abrazos de otra mujer y desperté abrazado a la botella.  

viernes, 8 de junio de 2012

Leandro y Hero


William Turner (1775-1851) 



Leandro ama a Hero y ésta lo ama a él.

La belleza se anuda
en las cuerdas de la tragedia.

Ser enemigo de lo establecido
como defensa de lo inútil
donde la tragedia es gestada cada día.

 La belleza tan excelsa
se recrea ante el espejo
de mis ojos atónitos
desbordados de deseo.

Hero ama a Leandro, y éste la ama a ella.


viernes, 1 de junio de 2012

LO PROMETIDO ES DEUDA

Como os había comentado en el anterior post, que hoy día 1 de junio os regalaba el libro de cuentos 7 (Siete) cuentos de pan y pimiento, no hay más que hablar aquí lo tienes, solo tienes que pulsar AQUÍ