Letras tu revista literaria

lunes, 27 de febrero de 2012

Relatos del libro dosmásuna


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Tais y la leyenda del farol nórdico



Un fallo en el motor



La noche se alzó victoriosa como una plaga de langostas sobre un inmenso océano de trigo. El motor del coche rugió por cuarta vez sin éxito alguno pero dando a entender que cabía la esperanza de éste.

Maribel, algo nerviosa, encendió el sexto cigarrillo mientras Abel sequía ensimismado afanándose por llevar a buen fin el carraspeo de su desvencijada furgoneta.

En la profundidad de la oscuridad, a unos metros de distancia una garra se aferra a un farol nórdico que ilumina el rostro desencajado de su portador que camina asiendo con la mano derecha un bate de béisbol, y con la zarpa izquierda la luminaria a modo de luciérnaga que va creando destellos en las oscuridades del bosque.

-¡Abel, tengo frío, no podemos quedarnos aquí toda la noche, haz algo, inútil!- le reprocha Maribel a su amante, mientras él con las manos manchadas de grasa intenta por enésima vez poner el motor en marcha fracasando en el nuevo intento.

-No te preocupes que todo va ir bien- le responde intentando tranquilizarla.

El silencio de la noche secuestra todos los espacios, el tiempo parece haber desaparecido deteniendo todo cuanto habita en rededor. La zarpa ase el farol y mide sus pasos casi a tientas como un ciego se maneja entre una muchedumbre sin tropezar con nadie. Un soplo de una boca feroz y deseosa de sangre apaga la luminaria que lucía trémula dentro del farol nórdico y el bosque queda en la más absoluta oscuridad.

-Abel, te lo ruego, haz algo, vayámonos de aquí- vuelve a repetir por vigésima vez Maribel que se ha fumado casi todo el paquete de cigarrillos.

-Ya está casi, cariño, esta vez seguro que se pone en marcha- resopla Abel que parece haber sufrido una mutación y de blanco se ha convertido en negro. Entra en la furgoneta y vuelve a intentarlo nuevamente y esta vez con éxito. Maribel sube rápidamente, pero para cuando va a cerrar la puerta una zarpa se interpone impidiendo que la puerta quede cerrada. Un grito quiebra las sombras. Es el grito que Maribel acaba de enviar al mundo cuando contempla el rostro del portador del farol nórdico, a la vez que éste golpea, alzando el bate, sobre el rostro inmaculado de Maribel. Abel, indeciso ante lo inesperado, intenta salir de allí poniendo la primera marcha, y en ese momento el motor envía su estertor a la noche y queda en el más absoluto silencio. Un búho ulula en su atalaya, los lobos aúllan en la colina, una raposa se desliza lenta y sigilosamente en el interior del gallinero donde una docena de polluelos se cobija bajo el ala de una bella durmiente conocida en el corral como Blancanieves.

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viernes, 24 de febrero de 2012

La noche de los cristales rotos.

"En el origen de la intolerancia no existe nada de noble: es la peor lacra que se puede hallar en la vida social de los pueblos, esto es el fanatismo." Voltaire

Fotografía E. de Juan

La noche se incendia y tus ojos miran más allá,

lejos de estos fuegos de artificio
que un día  de santos y vírgenes el gobierno regala.

Como a los esclavos, los romanos daban pan y circo,
por España,
huesos en las cunetas.

Tus ojos se fugan en pos de una quimera 
más allá de artificios de anodinos idiotas
que mastican pólvora, gritos en la oscura noche,
escalofriante discurso del miedo arrancando derechos al joven trigo.
 
Noche de cristales rotos, y cuchillos afilados: más al César lo que NO es del César.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Relatos del libro dosmásuna

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Tais y la leyenda del farol nórdico

De lo cotidiano


Magdalena termina su trabajo de bollería. El centinela entra en su caseta, pone la televisión y se duerme con el murmullo de una discusión absurda. En el bosque el rostro desencajado de un animal se guía por el leve e intermitente resplandor que el farol nórdico produce en la oscuridad.

Magdalena apaga las luces y se introduce en la cama. El centinela se despierta excitado como si hubiera tenido un sueño erótico, sus manos están salpicadas de algo pegajoso, pero no es blanco, es rojo. Magdalena sueña con llanuras vírgenes e inmaculados prados donde retozan, alegres, unas bucólicas vaquitas.

El farol nórdico sigue bamboleándose en la espesura de la noche. Un búho ulula en el eco lejano de la oscuridad. El palo bien asido con su mano; el rostro iluminado con la intermitencia parece más terrible que en la misma oscuridad. La garra ase con fuerza el farol. Los dientes rechinan y se oye como tacones de claqué recorriendo el escenario a ritmo de la música.

Magdalena sigue inmersa en su celestial campiña. Un toro enorme aparece ante ella. Falo inhiesto. Mugido placentero y sus dedos corriendo como hormigas hacia el hormiguero. El centinela vuelve a buscar los rincones de la pesadilla y con un farol nórdico asido en la mano derecha, y un palo en la otra, mira, con ojos reveladores de sadismo, la dulce faz de Magdalena que unge las pezuñas del Tauro con satisfacción aprehendida por los siglos.

El viento se detiene en cada árbol para medir el tiempo. La corteza lo recibe como una concubina recibe a su amante en una noche de azorada desidia. Golpea el centinela en su sueño sobre la faz de la luna. Las estrellas manchas de sangre en la arena galáctica. Medea vierte el mágico veneno sobre la sien del argonauta, el centinela regresa eufórico a su reparador sueño. En el bosque la garra sigue aferrada al farol nórdico, y bate con furia sobre las entrañas de la oscuridad con el palo que asido a su otra garra saca astillas sobre el tiempo.

Magdalena no regresa, ha sucumbido al idílico paraje en el que yace tumbada bajo la sombra de una higuera centenaria, donde un antiguo sabio la toma en sus brazos para amarla.

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lunes, 20 de febrero de 2012

Relatos del libro dosmásuna

Hasta ahora en este blog solo publicaba un poema los viernes. Pero he decido publicar un relato los lunes y los miércoles. Así que a partir de hoy tendréis un relato el lunes y otro el miércoles, y el viernes seguirá siendo para la poesía. Gracias por leerme.

Salvador Moreno Valencia
Escritor.

Os invito a leer el primer relato.


Diana corrió al bosque, y arrojó de él a Hélice, que había gustado el veneno de Venus.

La Divina Comedia

Dante

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Tais y la leyenda del farol nórdico


El centinela marchaba con paso marcial. Se detuvo al oír un sonido que se salía de lo acostumbrado para él. Olisqueó el aire y un tufo como de animal se apoderó de su nariz. Cargó el arma y sigiloso se acercó a la alambrada que lo separaba del bosque.

En la cocina moldea la harina Magdalena con el tesón que le es peculiar de su carácter y mientras amasa canturrea una canción que aprendió en la escuela: ‘tiene mi niña los ojos verdes, ¡ay tan verdes como esmeraldas!, ¡verdes, verdes…!’

De la oscuridad del bosque saltan hacia la alambrada dos luminosos ojos; son los de un venado que acostumbra a acercarse todas las noches para que el centinela le de su ración de azúcar en forma de caramelo. Feliz el animal se deja acariciar por el centinela que se encuentra seguro tras la valla, nunca se atrevería a pasar al otro lado, aunque vaya con el arma y todo; no, tiene un miedo atroz a la espesura y negrura del bosque que parece que lo va a devorar si cruza la empalizada.

Magdalena ya tiene preparada la masa y metida en el horno para hornear el sabroso pan de nueces que tan sólo ella sabe hacer dándole el punto que nadie más sabe darle. Cuando ya ha dispuesto el horno: temperatura y tiempo, se queda mirando por la ventana, la oscuridad es tan intensa como la fogosidad de esos jóvenes a los que la testosterona los trae por la calle de la amargura; y en el fondo de toda esa negrura el bosque parece alzarse insolente con una prepotencia que desquicia a los que viven en sus orillas.

El venado, una vez satisfecho, vuelve al lugar que le corresponde para seguir en su paseo nocturno hasta llegar al amanecer al lago, lugar donde templará su cornamenta y afilará sus puntas para las peleas en la berrea. El centinela piensa en Magdalena y en la última vez que se vieron, ya hace unos meses, tantos como los que él lleva en el dichoso trabajo de guarda nocturno de una central térmica o algo parecido, pero que de momento no se encuentra en activo. Pasillos y pasillos solitarios y húmedos, patios enormes donde se asoman enormes tanques de no sabe qué. Él no hace preguntas, se limita a cumplir con su obligación, no están los tiempos para andar por ahí preguntando a quien le paga qué o para qué o cómo o quiénes… no es asunto suyo; él llega a las doce de la noche y se marcha a las doce de la mañana, así un día tras otro, sin descanso, pero no están los tiempos para…

La alarma del horno ha comenzado a sonar y Magdalena deja su otra tarea, la costura, y entra en la cocina para retirar del horno el pan que ya está en su punto. Al abrir la puerta del horno el olor a pan recién hecho invade toda la estancia y su nariz festeja ese dulce aroma de nueces. Tras la ventana, en la oscuridad del bosque una luz aparece y desaparece como haciendo señales. Una garra ase la lámpara nórdica de la que procede la luz intermitente, la mano libre ase un palo de madera, y entre destello y destello un rostro descarnado es iluminado con la misma intermitencia con la que iluminan los faros en las costas…

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viernes, 17 de febrero de 2012

Las musas en el aire

Fotografía E. de Juan


Por aquí refugiado en la torre a lo Montaigne

dejé la organización de recitales y ferias,

ahora me dedico a la vida contemplativa

algo misántropo, y con pocas ganas de alternar

en saraos literarios y demás parafernalia.



De Lara, la asturiana de Cádiz no sé nada,

llevo tiempo sin tener noticias suyas

parece que se la ha tragado la tierra,

de momento.



A Madrid me gustaría ir en julio

que tengo vacaciones de familia,

ésta se marcha a Legoland,

y yo quedo a la deriva del tiempo

para mí solo.



¡Ah Silvina!, mi gran musa,

mi gran amor platónico,

siempre tan bella y radiante.



Echo de menos los días de Madrid

con sus ruidos y locuras,

en fin, que ahora escucho pájaros

en el jardín, leo, leo, y escribo poco

para bien de la necedad, y la ignorancia

que son las que gobiernan el mundo.



Me quedo con Dostoievski

cuando dice:



“No he conseguido nada, ni siquiera ser un malvado;

no he conseguido ser guapo, ni perverso;

ni un canalla, ni un héroe…,

ni siquiera un mísero insecto.

Y ahora termino mi existencia en mi rincón,

donde trato lamentablemente de consolarme

(aunque sin éxito)

diciéndome que un hombre inteligente

no consigue nunca llegar a ser nada

y que sólo el imbécil triunfa.

Sí, señores, el hombre del siglo XIX

tiene el deber de estar esencialmente despojado de carácter;

está moralmente obligado a ello.

El hombre de carácter, el hombre de acción,

es un ser de espíritu mediocre.

Tal es el convencimiento que he adquirido en mis cuarenta años de existencia.”


 Del poemario Cuadernos de la huida, de Salvador Moreno Valencia.

viernes, 10 de febrero de 2012

Los otros


El sonido que hace el agua en la fuente me hipnotiza.
Fotografía E. de Juan


La tarde me envuelve en un éter violeta
exhibiendo en su escaparate al mundo.

Veo pasar la gente con prisas, como si llegaran tarde a una cita.
Escribo sobre lo observado, escribo sobre el agua
que en la fuente incansable, e interminable brota como el río de gente que pasa apresurada.


Viene a mi memoria un cuadro de Goya
donde dos hombres se apalean sin descanso
parecen dos personajes de Faulkner

tan necios, tan tercos, despojados de sentido común.

Los otros, quizás también hayan caído hipnotizados por el sonido del agua.


sábado, 4 de febrero de 2012

A lo lejos

Fotografía E. de Juan

Góngora, Quevedo, Lope y Cervantes:
Borrón y verso nuevo.



Abre sus alas el Hombre y como Fénix remonta el vuelo.

Surca los cielos obscuros sobre tierras cenagosas, a lo lejos,
más allá de lo que sus ojos abarcan, existe un mundo que desconoce la palabra.


Ciegos,

Sordos,

Mudos: necios

Un mundo que desconoce la Palabra
Un mundo de sonidos guturales

Mundo que una vez, conoció la belleza
y la riqueza tallada por la Palabra.

 El Hombre despojado de la Palabra no surgirá como el Fénix de sus cenizas.


Del Poemario Cuedernos de la huida (Salvador Moreno Valencia)