Letras tu revista literaria

viernes, 29 de enero de 2010

La leshe en polvo


-Te han dicho alguna vez que eres la leshe en polvo, o un polvo de leches?

-         Bueno sí. Una vez me confundieron con una vaca, y otra (en el colegio cuando yo tenía cinco años), me dieron leche en polvo, y yo no supe qué hacer con ella, así que me la comí con el agravante de que se me quedaba pegado, el polvo de la leche, al paladar, y no veas lo mal que lo pasé; ese día decidí fugarme de la escuela, y lo hice llevándome de compañero a un gitano (que algunos años más tarde, en una discoteca en la que yo también estaba, pero ya sin que nos reconociéramos, el gitano, le metió tres puñaladas a un compañero de mi clase, un tal Cerezo, más bueno que el pan y que aquel sábado había decido ir por primera vez a la discoteca, teníamos 18 años, el joven Cerezo murió, el gitano, cómplice de mi fuga infantil, fue a la cárcel).

Aparecimos, el gitano y yo, aquel día de la fuga cuatro o cinco horas más tarde, y a mí me calló la de San Quintín y todas las tempestades juntas. No volví a tomar leche en polvo nunca más.

Cuando yo ya había olvidado el episodio de la leche en polvo, la fuga y la paliza que me dieron, consecutivamente, primero mi madre y más tarde, cuando regresó del trabajo, mi padre, me encontré por la calle con un tipo con semblante de malo, como avinagrado de carácter, y alguien que estaba conmigo en ese momento me dijo: ese es Er Cano, el gitano que mató al pobre Cerezo. Y recordé el día de la fuga, la jauría de perros que nos acompañó, compuesta por galgos, al menos a mí me lo parecieron porque estaban esqueléticos; mi padre tenía un galgo al que se le notaban las costillas, y no era de no comer, que eso creía yo, era de constitución como decía mi padre que era cazador aficionado. Y acompañados de aquella jauría y con la ilusión y la candidez propias de esa edad, nos recorrimos el futuro asesino y yo los ríos del pueblo donde nos habíamos ido a vivir por cuestiones de trabajo, decía mi padre, y de progreso, remataba.

Ni Er Cano, ni yo en aquella inocente fuga, podíamos haber imaginado que un día, él se convertiría en asesino y yo en escritor, o lo que es lo mismo: en dos fracasados del Sistema que nos intentó amamantar tardíamente y como queriendo expiar sus pecados ( y las atrocidades que había cometido, y que en menor medida seguía cometiendo), dándonos por las mañanas, nada más llegar al colegio, un vaso de plástico y una cazo de leche en polvo que debíamos mezclar y diluir para tomar, con el fin de convertirnos en hombres hechos y derechos que pudiéramos servir a dios y a la patria.

Er Cano y yo probablemente nos torcimos porque no nos bebimos la leche, pero sí mamamos la mala leche.