Letras tu revista literaria

sábado, 8 de agosto de 2009

El misterio de la mierda en la escalera (basado en hechos reales)

Capítulo 10

-Mire señor Arturo lo que vengo a proponerle- dijo el señor Mena tras haber tomado la copa de un trago, hizo un gesto con la mano y rauda y veloz Anita apareció con la botella y sirvió sendas copas de coñac.
-Le decía, perdón, le quiero decir que mi idea será la que nos saque a ambos de esta penuria- volvió a tomar la copa, pero esta vez lo hizo en dos sorbos.
-Perdone señor Mena, pero yo no quiero salir de penuria alguna, ya me vale estar como estoy que no me quejo- atiné a decir casi de carrerilla, sin duda el efecto del coñac me había restablecido, tanto, que incluso me creí lúcido, con una lucidez extraordinaria como el escritor que creó la saga de El Señor de los anillos, tras beberse botellas y botellas de buen escocés.
-No diga usted, hombre, todos queremos mejorar, ser libres, ¿sabe?- tosió y volvió a beber y a levantar la mano y como una máquina Anita llenó las copas, la mía casi rebosante.
-No, no va a convencerme de nada, si no recuerdo mal, la última ocasión acabamos los dos en la cuneta, ¿o ya lo ha olvidado?- le digo y bebo, esta vez de un trago; el señor Mena me sigue y mueve la mano como en una acto mecánico y la máquina de Anita vuelve a llenar las copas y se vuelve a llevar la botella de magno.
-Pero aquella vez nos faltó lo más importante, un plan, amigo, un plan estructurado como esos planes de empresa que ahora hacen para engañar la realidad, amigo, y usted y yo sabemos cual es la realidad: sin dinero no hay tutía.
-Eso sí, menos cuadrantes y menos previsiones, y más dinero; pero esos planes de empresa que el gobierno fomenta a base de subvenciones no son más que la excusa, porque lo que ellos quieren es controlar a todos los empresarios, para cogerlos por los huevos, y así tenerlos comiendo en la palma de su mano.
-Tiene razón, amigo Arturo, por eso nosotros no vamos a fracasar esta vez, tengo el negocio redondo.
-Señor Mena, perdone que le diga pero ya está todo inventado, usted no va a descubrir nada que otro, u otros no hayan pensado ya.
-Es usted muy negativo, y esa enfermedad es mala para la salud- dijo mi interlocutor acabándose la cuarta copa, creo.
-La negatividad, no me hable usted de negativos o positivos, eso es una patraña, otro dogma inventado para aborregar al personal- dije y acabé la que creía era la cuarta y la Anita máquina de expender coñac volcó el cuello de la magno y me apuntó a la cabeza vertiendo sobre ella un chorro cálido y de color de miel que me hizo recordad la fatídica madrugada en la que salí vivo por las casualidades de la vida, vamos que si no es porque el vecino de al lado, un chico joven que trabajaba en un bar de copas, regresaba a los minutos de que los desalmados esbirros del Pensamiento Hispánico, me habían dejado tirado en la escalera hecho una piltrafa sangrando por todos los poros de la piel, vamos, hecho una verdadera mierda, no como la que descubrí la mañana en que la vecina prozáica vino a darme la nueva de aquel esperpento en la escalera, me habían dejado el cuerpo, los huesos molidos, los labios hinchados y morados o llegando a ese color azulado amoratado, los ojos como los de un boxeador tras un combate de catorce asaltos, y la cabeza… si no es por el joven ahora estaría aportando mi granito al gran núcleo de la materia.
-Digamos pues, que usted es un cobarde- dijo como el sacerdote sentencia en el sermón en contra de sus feligreses-, de lo contrario usted se apuntaría a la aventura que tengo preparara para los dos, porque es un negocio para tipos como usted y yo, sin duda, no caben damiselas ni cobardicas, aquí como en el patio del colegio, o eres de los salvajes o te muelen a palos- y diciendo esto bebió la que ya no sabía yo qué número hacía de todas las copas de magno y vi resuelta a Anita con la botella, que parecían no agotarse, ni ella ni la botella, nunca, en la mano como si empuñara una pistola.