Letras tu revista literaria

viernes, 22 de mayo de 2009

El misterio de la mierda en la escalera (Basado en hechos reales)


Capítulo 2

El edificio tiene trece viviendas distribuidas en cinco plantas. La cuarta y quita planta son uno por planta, el resto cinco en la tercera, cuatro en la segunda y dos en la primera. La planta baja es solamente la entrada y un restaurante, pero este no tiene acceso por el portal del edificio.
Así que son trece pisos. El quinto y el cuarto debemos descartarlo, por estar habitados por personas de más de setenta año. No quiere decir este hecho que éstas personas no realicen sus necesidades fisiológicas, o lo que es lo mismo y en lenguaje de la calle, éstos aunque tengan setenta años cagan y mean. Pero no tienen vitalidad como para ponerse en cuclillas en el tercer escalón del primer tramo de la escalera y plantar allí su masa infesta e inmunda. No, que cómo lo sé. Muy fácil, los he visitado para hacerles unas preguntas al respecto. Al principio, debo decir, que cuando me abrieron la puerta, tanto el del quinto como la del cuarto, pusieron cara de extraños como si yo fuera de la iglesia de los últimos días de Jesucristo y les viniera a vender el cielo; pero cuando les informé de mi propósito: desenmascarar al cagador de la escalera reaccionaron con más estupor si cabe, e intentaron cerrarme la puerta en las narices. Yo, prevenido sobre esa posibilidad bien hice en colocar mi pie, calzado con mis botas de montaña, entre el bastidor de la puerta y la hoja de esta para evitar que la misma me diese en las narices.
-¿Sabe usted lo de la mierda en la escalera?- fue lo que les pregunté a mis dos primeros entrevistados sobre el asunto que aquí nos concierne; evidentemente, antes, justo en el momento en que me abrieron la puerta, primero el uno y luego la otra, me presenté diciéndoles:
-Me llamo Arturo Montes, estoy recién llegado a este edificio, vivo en el primero be, es un placer presentarle mis respetos- y mi probable interlocutor e interlocutora, la del cuarto y el del quinto, me dedicaron una sonrisa a medias.
-Yo me llamo Lana- dijo la señora del cuarto-, perdone pero no veo muy bien, ¿qué se le ofrece?- y en ese instante fue cuando le hice la pregunta que ya he expuesto líneas atrás:
¿Sane usted lo de la mierda en la escalera?
-Sí, claro, estoy informado- respondió el del quinto, y luego, minutos más tarde esta misma respuesta me la daría la señora Lana. El señor del quinto es un anciano de ochenta años que se llama Jam, o lo que es lo mismo Juan traducido al hispaniol. Él es un sueco que hace unos quince años decidió que pasaría su jubilación en Espania como él dice-. Sí, claro que sí, es terrible, y no es la primera vez que eso ocurre- dijo el sueco.
Y la señora Lana, rusa de nacimiento, también respondió lo mismo.
Por lo pronto, me dije, parece que me he venido a vivir a la ONU, los dos primeros en entrevistar son extranjeros. Y la verdad que al resto de vecinos no los he visto casi nunca, por ser yo un ave nocturna. Vivo de noche y duermo de día. No, no soy panadero, pero me dedico a la ardua tarea de ahuyentar fantasmas durante la noche y por ello no puedo dormir. Soy insomne desde que nací.
Bueno, algo había sacado de las dos entrevistas; el sueco y la rusa, a pesar de no hablar casi nada el español, me dijeron que sabían lo de la mierda en la escalera, y que además había habido más veces; en este punto no coincidían, porque la señora Lana aseguraba que habían sido cuatro, y el señor Juan, afirmaba que eran seis. Menos mal que las entrevistas las hice por separado de lo contrario se hubiera armado un conflicto internacional, por lo pronto el sueco, y la rusa tenían informaciones distintas, o más bien no se habían informado bien.
¿Quién podía estar enterado o enterada con más fiabilidad del asunto? Claro, el autor de la desagradable cagada, pero a él, o ella, no hay que descartar a las mujeres en el caso. Aunque a juzgar por las apariencias del cuerpo del delito, no creo que haya mujer que pueda hacer tal cosa, sobre todo por el tamaño. Pero no voy a descartar a ninguna mujer; sí, como ya he dicho, descarté a los habitantes del quinto y cuarto piso.
Bajé el tramo del cuarto al tercer piso y me dije que comenzaría por el tercero de. Así que me acerqué resuelto a hacer mi tercera entrevista hacia la puerta, pulsé el timbre un par de veces. Como no respondían lo intenté otras dos más; al poco tiempo y cuando ya me daba la vuelta para probar suerte en otra puerta, oí que la puerta se abría, y tras ella se asomó una mujer joven casi desnuda y me dijo:
-Lo siento por haberte hecho esperar, ¿qué quieres?- se atusó el pelo, se pasó un dedo por los labios y esperó que yo le respondiera.
-Bueno, bue, bu…- tartamudeé nervioso porque ante mí tenía el cuerpo de una ninfa-…bueno me llamo Arturo Montes y quería hacerle algunas preguntas.
-Pasa, pasa chico, no te quedes ahí parado que voy a coger frío- y literalmente me arrastró hasta el interior de la casa.

La disección del edifico había comenzado a dar sorpresas.