Letras tu revista literaria

lunes, 3 de noviembre de 2008

La sombra


Sus labios se cerraron como asistidos por un mecanismo oculto. Cerró los ojos al mismo tiempo que la oscuridad se cernía sobre su cuerpo.
Hubo gritos en la calle junto a la farmacia; sí, fueron gritos de un hombre sorprendido por el terror, más bien el horror de lo que sus ojos acababan de ver.
Un hilo de viento como un sedal estranguló la poca llama que quedaba de la vela, las sombras se agitaron en las paredes con los últimos destellos de aquella luz mortecina que asía en su afilada garra izquierda el enterrador.

Las hojas cayeron cortadas por el filo de la navaja del viento que ululó con desidia amortiguada por un grito. Sí, fue el grito de un hombre sorprendido por el horror.
A lo lejos, en dirección a él, un automóvil se dejaba caer por la pendiente de la calle iluminando a escasos metros de distancia con sus faros amarillentos. Los faros se apagaron y todo quedó en la más absoluta oscuridad, tan sólo los ojos de un gato brillaron en la misma y fueron a perderse por el callejón donde minutos antes, ella entraba para alimentar a sus animales preferidos, las ratas.

-Así debió ocurrir, creo yo- le dice el hombre del candil en la garra izquierda al policía.
-¿Cómo dice usted?- pregunta el agente sacando su pistola.
-No es necesario ese artefacto- tiembla el hombre mirando desorientado y deslumbrado el haz de luz de la linterna que porta el policía para sacar a la luz las sombras del dantesco espectáculo.
-Sí, así debió ocurrir, ellas son las culpables- y diciendo esto golpeó el suelo con su bota de soldado sacudiendo con la puntera de acero una de las mascotas preferidas de la mujer que yacía a los pies de ambos, del hombre del candil apagado y del policía con la linterna en la mano.
Sobre el cálido cuerpo una danza macabra de roedores… ahuyenta la sombra de un recuerdo.