Letras tu revista literaria

miércoles, 22 de octubre de 2008

Al otro lado de la calle


Siempre camino por el otro lado de la calle (no por la acera de enfrente con todos mis respetos al mundo gay) para observarme en la distancia que es, según he oído, la mejor forma de conocerse a sí mismo, o de odiarse, pero yo no me odio, todo lo contrario me amo con locura. También he tenido grandes batallas para mantener el control mental, y en muchas fui derrotado por ese otro yo, ese, sí, el mismo que observo desde la acera de enfrente (volvamos a la no connotación de orden sexual), y en otras tantas vencí, sí, yo, ese que se distancia de mí para conocerme: ¿no es una locura?
Ya controlo mi mente, pero todavía, algunas veces, me gusta soltarla para que enloquezca un poco, y así poder seguir, de vez en cuando, caminando por el otro lado de la calle, no encuentro otro modo más excitante que este para conocerme a mí mismo.
Me gusta compadecerme de mí y por supuesto de ti, es una forma, también, de liberarse, en la compasión está la paz interior.
Renunciar a algo es un ejercicio de absoluta Libertad.
Soy aprendiz de la vida, entonces, quizá, también de psicólogo y siempre he sido un ignorante endiablado, y rechazo las preguntas capciosas por lo prepotente de las mismas, otra cosa es la ironía...

No creo que sea falso lo de "Renunciar es un ejercicio de absoluta Libertad" y la escribo con mayúsculas porque es una Libertad, evidentemente, inalcanzable para mentes arraigadas en conceptos más falsos que el hecho de la renuncia.
No existe ser humano libre por ser incapaz de renunciar a nada de lo que su vida está hecha, incluso de sí mismo.

No me burlo de ti cuando digo lo de caminar por el otro lado de la calle, sé quién soy, y sé muchas cosas que otros no sabrán jamás aún cuando sean meras enciclopedias con patas, pura teoría, nada práctica a la hora de enfrentarse a la realidad.
Sobre el control mental te puedo asegurar, también, que poseo una capacidad, incluso, alarmante para el resto de los mortales; y no deberías dar por hecho lo que ni siquiera sabes porque yo lo haya dicho, especulas con tus apreciaciones sobre mí, no sé por qué haces esas consideraciones, faltas de veracidad en cuanto a mí Mente, mi Persona, mi Libertad y mi Capacidad para la renuncia que tú desconoces. Y no creo que eso sea irse por peteneras:
Entre otras cosas, sobre el control de mi Mente: tengo la capacidad de sanar a través de la energía, a lo que he llegado tras mucha meditación y mucho abrazar árboles y tenderme a sentir el latido de la Tierra. Y los monjes Zen, de los que no desconozco sus métodos, me parecen de los únicos seres verdaderamente Libres de este mundo, contando conmigo.
La compasión es algo que desarrollamos y que nos trasmite la bondad de la que somos capaces de vivir trasmitiéndola, entregándonos a ella, por ella, a los demás sin esperar nada a cambio, eso sí es un verdadero ejercicio de Liberación.
Los únicos que podemos hacer que nos liberemos de una u otra cosa, en este caso la compasión, somos nosotros mismos, y si me apuras dios a través de nosotros, o dicho desde mis creencias: la energía del universo actuando a través nuestro.
¿Ser neófito de demonio no es igual a ignorante del diablo?
Una pregunta es una pregunta y una afirmación una afirmación: ya lo sé, repetirlo es como apagar una colilla sobre el suelo y pisarla con alevoso gesto hasta ver esparcido los restos en ínfimas partículas.