Letras tu revista literaria

sábado, 30 de diciembre de 2006

Aguas

Agua de agua, rosas cortadas, viento en la pelambrera de una morada lejana. Ulises coge la aspiradora, dora, como Joyce, ice. Me voy al baño y masturbo mi ignorancia, pene,pena, vena estrangulando la desidia. Aspira maquina de vecina, boca a boca y entre los dientes un espejo que miente.

Lavo la rompa holor a umo al reves con las aches y en saliendo el sol me escapo por la ventana con un hilo de hiedra, sube, sube enreda, enreda, mañana treinta y uno, rezongadas nalgas rosados labios divididos, arriba y abajo, se pierde el desatino, destino destinando piedras, piedras, grava, grava, la vereda para luego subir el camino hacia la planicie inmaculada de labios inferiores que se erigen superiores, chupa, chupa, canción plana, teta anodina de monja culebrina. Salta el potro en la pradera y en el fuego arden eternos cuerpos deslizados en la pierna, fulgores del pasado me da picor y alergia la aspiradora.

Aspira, aspiro, aspirae, apiraemos, aspiran. Negocios limpios, coños furtivos. En el agua, más agua, en el viento, más viento, cuánto tiempo? Niunonidonitresnicuatro se acaba de escapar el gato come el ratón, el perrocomealgato, elhombrealconejocomecome, chupachupa. Y Luego follamos en el ascensor, sube y baja, baja y sube, hasta arriba y luego abajo, en tus cuernos de centauro te acabo de poner mi locura de ésta tarde.

Aspiro, apira, apirae, apiraendo…

Soñando, soñando, el agua aguaprimavera, el viento vientoverano. Tus ojos en mis manos.

¿qué hacen que no ven? ¿para qué quieren los ojos?

Para no tropezar unos con otros, para no pisar las mierdas de perro que invaden las ciudades como plagas. Quinientos si te dejas tu caca en tu casa.

Ni ven, ni oyen, ni nana nadan, por los boquetes de sus cuerpos mar adentro, centros comerciales en sotavento, qué tormento, compra desdichado que en la puerta del hades de espera ansioso Cancerbero.

Aguallluvialluvia el mar en un lago sal estatua de Sodoma y en Gomorra me la pelan las salinas, carabinas que nacieran para agotar al hombre, hombro en crucijada cruci fijo como si fuera el destino un saco de sales para las estatuas en los centros comerciales. Luces, luces de colores los escaparates llenos mis labios recogiendo las aguas de tu invierno. Invierno entre tus piernas sales de sales y metes de metes que saliendo voy corriendo.

Aspiro, apirae aspirante…

© Salvador Moreno Valencia

lunes, 25 de diciembre de 2006

LAS PRIMAVERAS – FRONTERAS-

En una tierra global, multiracial, sometida a la ley del más fuerte, siempre se extinguen los débiles, los marginados sucumben ante el empuje de ésta sociedad agresiva y capitalista y excluyente. Los gobiernos no hacen nada, todo lo contrario, apoyan el desenfrenado y destructor capitalismo.
Los gobernantes se sientan en sus despachos de caoba, a deliberar qué frontera hay que crear y defender con las armas. En países llamados subdesarrollados, un niño puede preguntarse, ¿porqué no tiene alimentos, ni techo, ni escuela? Claro que eso importa poco, pues son tratados como simples números, pura estadística, papeles encima de la mesa de un funcionario, que gana doscientas mil pesetas al mes y, tiene su nevera repleta de lujos alimentarios, su casa está repleta de cosas, muebles y objetos de la sociedad consumista, dos coches en el garaje…
Quisiera luchar para que algún día todas esas personas que sufren el olvido de Occidente, puedan ver llegar una Primavera sin fronteras ni limites para ellos, quisiera, aunque sea una Utopía, que el sol calentara por igual, todos los hogares de nuestra tierra, que siendo de todos, sólo unos pocos la exprimen, pisoteando los derechos de todos los Seres Humanos.
Llamaré a ese día, el DÍA QUE LA PRIMAVERA BRILLÓ SIN FRONTERAS, ese día será el más grande que haya conocido civilización alguna, entonces nos podremos sentir orgullosos de ser SERES RACIONALES Y HUMANOS.
El camino es todavía largo y duro, pues tendremos que vencer todas las estrategias, que la sociedad del consumo ha creado, a expensas de los miles de seres que sufren con su determinación, con su actitud de todo está en venta y todo se puede comprar. Si no vencemos pronto nos cobraran el aire que hemos contaminado y, entonces la civilización moderna no tendrá sentido alguno.
Luchemos por un mundo de igualdades, repartamos los recursos, hagamos de esta TIERRA que agoniza un lugar donde poder vivir, donde poder entender que la evolución es el reparto de todo para todos, hagamos que este mundo sea un lugar donde primero estén los derechos a la vida de todos los seres que la pueblan frente a la muerte.

Salvador Moreno Valencia
Agosto de 1.998

jueves, 21 de diciembre de 2006

Contando estrellas en la acera, escupitajos en el suelo.

… como ideas sorprendentes una marea de espinos,
en el viento las astillas de una selva, tu boca en mi…

… polla en el granero empollando sus huevos,
las tetas de una monja blanca leche vaca loca,
mis testículos en…

… tu boca fuerte viento, frágil rama de tu adentro
dónde coño habré puesto el cenicero…

… estrellándose en cenizas, huele a rana, excremento,
dulce manjar de hipocresías, moscas muertas, moscas locas,
ocho patas, ocho agujeros…

… una vaca, un punto coño en el mentidero…
…alas de azufre una Ítaca endiablada, cera ardiente
Ícaro lamiendo un pollo, medio más en mis nasales
ceniceros de la arena, roca viva, roca muere.

… un trino de naranja foca arriba, foca abajo,
y dos calles más allá una mamada y dos enteros,
más tres tetas teresianas te la lavan en la cama.

Muerde la baba babiente, babeante coño que erige sus glándulas
secrectales, una blanda y tres postales, un completo en la otra
esquina…
… no tengo ni un penique que gastar en vino,
la resaca banderola, roja, rojo,
copón hiere.
mis cojones en la cresta de tus…
… labios centeantes y canteantes, rutilosos viperantes comatosos,
una arena en la quimera de los hombres…
… las mujeres y los niños primero,
se hunde el barco en la escollera, con p…
… de polla lastimera y con t…
de cenicienta en la nevera…
… hora arriba barco abajo, ola menos, más resaca,
me muerdo la lengua por no comerte el…
… cuento de estrellas…
… infinitas sombras en la acera, un papá Noel en camiseta, roja lana y blanca barba,
perrosvagandoelmundocagándose en las aceras,
y los zapatos brillo abarriga, brillo ababajo
un letrero: fuera perrospapanoelesque en limosna vino vierten
compasiva la mirada puritana alma conmueve tanta luz
tanta farsa y sonrisitas de muñecos de nieve…
donde las estrellas se entretienen.



Deseos de felicidad bolsillo lleno a la luz de mariposas…
… encima baja sube la escalera submundo Segismundo
hades en Vulcano pan y vino Baco indigente, brochars…
… moribundos cáusticos papanoles dientes encariados
negoras fuego, limosna al vino pan rojo, roja blanco y…
… lleno el vaso en la frente la moneda y la casa del banco de exteriores…
Agita los muñecos de nieve…
Llenos plásticos árboles de navidad, fuego chimeneas selvas extinguiéndose…
… moribundos peces de colores, ancas de rana saltarina…
Cuento de estrellas luminosos…
Por si acaso te entretiene un segundo clitoriano
En el ano con la mano
Masturbando a un Goliat pletórico de odio y rabia…
Euberto y ella, la diosa, se baja las bragas
Le retuerce el puntg de una noche…
De pollejas más quisiera no volver. Ólor, óledo, ólado, óleo, óle, benzol
Naito y Batatiana roja remolacha sacan los azúcares molares
Colmillos espinosos pelos…
Cerdo más coehino menos
Al fin y al cabo sólo cabe el egoísmo
Ciencia cierta o inexasta…

© Salvador Moreno Valencia escrito en el año 2006 en La Luna State.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Diláogo sin inmortancia

-Si la tarde midiese, digamos, por ejemplo: cien veces la distancia de Romma a Pamris,
Crees que el color del ocaso, misterio, eyaculador precoz de una infancia avanzada, aurorado de alba exenta de distancia, mil ojos en vertical miran una distancia similar, doce horas, digamos, por ejemplo.
-Qué importancia puede tener un adatado indato irrelevante.
-¿Importancia? Ni la tiene, y, por supuesto, ni importa. Sólo imaginaba un atardecer tan extenso.
-La verdad es que en realidad puede que sea así de extenso. No comienza a atardecer en Romma y un algo más tarde lo hace en Pamris. Por lo tanto. El atardecer, diríamos, que es tan extenso como la distancia que existe entre ambas ciudibitables.
-¡Bien Herodoto! Pero esto no nos lleva a parte alguna.
-No importa, porque a mí, Mefistófeles, lo único que me interesa es la historia, y esta conversación me traslada a dos puntos bien distantes.
-¿No hace falta el avión?
-Es el avión de la imaginación.
-A miles de kilofantasías por segundo.
-En las Atalayas bárbaras, custodiadas por elfos.
-Sí, Herodoto, las atalayas del norte.
-Murallas naturales inexpugnables.
-No hay nada inexpugnable para el fiero hombre.
-¡El hombre! Ese mentecato que, en la mayoría de los casos, se comporta peor que un cerdo.
-¿No es al fin, el comportamiento que a ti te agrada?
-¡Claro! Mi querido amigo, me apasiona que esos insignificantes seres anden removiendo sus inmundicias en las pocilgas que construyen, arrastrados, obcecados por la avaricia, la hipocresía, la envidia, la deslealtad, la violencia y por encima de todas ellas, el egoísmo.
-¡Como para llenar de malditas almas el infierno que tan agradablemente custodias!
-¡Maravilloso, maravilloso! Pero no se lo digas a nadie, entre tú y yo debe quedar el secreto que vas a oír: no existe ni tal infierno, ni tal cielo, más que en las mentes de esos manipulables hombrecillos que se miran su ombligo y se creen dioses.
-¡Marionetas, marionetas!
-¿Quién, entonces, mueve los hilos?
-¡Ay Herodoto! En el infierno te lo digo…
© Salvador Moreno Valencia

martes, 19 de diciembre de 2006

Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:
En primer lugar, suponiendo que existieran, ya sería hora que cargasen en sus sacos miles de kilos de carbón para los mandatarios de todos los países, pues ellos sí que han sido malos.
Durante todos los tiempos, la historia cuenta las barbaries realizadas por los seguidores de la Iglesia: crímenes, matanzas en nombre de dios, exterminación de razas y pueblos, siempre con la justificación Santa “en nombre de dios todopoderoso”.
Cruzadas cristianas por tierras de infieles, saqueo de tesoros y desahucio de propiedades en nombre de dios, miles de hechos prueban la actuación miserable de los salvadores de “Almas” utilizando el terror, azusando el fantasma del pecado, del infierno, del castigo eterno a los infieles.
Y ahora, llegadas estas fechas, tan entrañables, nos vienen con el rollo de que a los niños no se les debe quitar la ilusión de los Reyes Magos o de Santa Claus (Sujeto inventado por Cacacola) que proviene del norte de Alemania y que en sus inicios llevaba un traje de color verde, cambiado éste también por la multinacional ya citada. Todo decorado con el argumento de consume, consume, y así los niños son iniciados en los ritos ridículos del consumismo puro y duro.
Queridos Reyes Magos: espero que en lo sucesivo tomen en cuenta que, en el mundo hay miles de problemas, miles de niños sin hogar, miles de seres muriendo de hambre, miles de niños soldados, seres inocentes ajusticiados por la mano corrupta del poder y del capitalismo. ¿O es que ustedes son unos <> para niños ricos, para niños cretinos y educados en la opulencia de Occidente?
© Salvador Moreno Valencia

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Cuento de navidad

A modo de prólogo: todos los años por éstas fechas edito éste cuento, sé que, como cada año, habrá detractores de la historia, pero es algo común y razonable. Pero éste año además del cuento me gustaría que al menos, los que lo lean tomen consciencia de la magnitud del despilfarro que se avecina. Consuman pero sean moderados y piensen que si se repartiera, tan sólo, una mínima cantidad de todo lo que se va a gastar, probablemente tendríamos la mejor navidad de todos los tiempos; y para terminar (cuántos millones de euros consumiremos en energía...) Pregunta: ¿Qué podríamos hacer con menos bombillas? Quizá acabar con la miseria en el mundo. ( Feliz navidad, próspero consumidor de occidente) El Espíritu de la navidad Dedicado a los miles de niños que sufren la incomprensión de los hombres.

Espíritu de Navidad

Vivía en un barrio de casas tristes, viejas y casi derruidas. Un barrio donde las ratas paseaban con desparpajo y descaro, entrando y saliendo de las casas y chabolas que había construido aquella gente que llegó del campo a la gran ciudad con la esperanza de encontrar un trabajo y el maravilloso bienestar que había visto en la televisión.Tenía unos diez años, una vela de mocos le caía por la comisura de los labios. Los ojos azules y el pelo rizado y pelirrojo. Andaba buscando en las basuras como lo hacían los otros niños mayores que ella. Llevaba puestos unos pantalones ajados de miseria y manchas, un suéter azul con rayas blancas de mangas largas que a ella le sobrepasaban las rodillas.Su madre trabajaba limpiando escaleras por un sueldo de mierda, su padre tenía como profesión darle a la botella y además cumplía a rajatabla con la función de cabeza de familia. Propinándole palizas a su mujer cuando llegaba embriagado por los dos o tres litros de vino de tetra brik que compraba en el kiosco de la esquina a noventa pelas.Ella se ocultaba tras unos cartones cuando veía a su padre maltratar a su madre y muerta de miedo no le salía ni un sollozo. Una tarde fue con su madre al centro de aquella maravillosa ciudad, donde ya brillaban las luces de la navidad y los escaparates relucían llenos de artículos que como cebos se disponían a cazar a los consumidores que pasaban envueltos en sus abrigos. Cogida de la mano de su madre, miraba con un brillo en sus ojos que iluminaban más que alguno de aquellos árboles, llenos de bolas de cristal y de luces que parpadeaban como estrellas. En un remolino de gente se soltó su pequeña mano y se vio envuelta en un torbellino de personas que corrían y gritaban. De repente todo el mundo se detuvo frente a una fuerte y cegadora luz. Delante de ella, tan cerca que casi podía tocarlo, estaba aquel hombre, aquel gordinflón con rosadas mejillas, con enormes barbas blancas y con aquel traje de color rojo; sentado en un trineo con renos que miraban la muchedumbre con aquellos ojos redondos y donde Rocío pudo mirarse como en un espejo. El hombre la miró y con un guiño le pidió que se acercara. La cogió en sus brazos. Rocío sintió el calor que desprendía aquel traje rojo y se enredó en las blancas barbas que nacían de aquellas sonrosadas mejillas como chorros de agua plateada por la luna. Su madre apareció entre la muchedumbre, se acercó y abrazó a la pequeña que miraba los renos con los ojos como ventanas. El hombre de rojo le dio un beso en la mejilla y mirándolo madre e hija se alejaron por la avenida llena de gente y de coches.Esa noche Rocío se durmió feliz pensando en aquella tarde. Dieron las tres de la madrugada en el reloj de una iglesia cercana al barrio de chabolas. Rocío se despertó con los gritos de su padre, que una vez más llegaba borracho y le estaba pegando a su madre. Se levantó despacio y se asomó tras la cortina que dividía aquella chabola en dos. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando pudo ver que aquel gordinflón de mejillas sonrosadas, que por la tarde le había dado un beso en la mejilla, estaba en su casa gritándole a su madre y atizándole con el ancho cinturón de cuero de donde le colgaban, la tarde anterior, las ilusiones y los deseos de miles de niños.
© Salvador Moreno Valencia

lunes, 11 de diciembre de 2006

Escritor en paro busca...

-¿Pretendes ganarte la vida siendo escritor? ¿Estás loco? ¿Sin estudios, autodidácticamente? Estás más loco de lo que creía.
¿Sin relaciones, sin amistades en ese mundo de putos y concubinas, de putas y concubinos?
Estás majareta, como una cabra, peor de lo que había creído jamás. No podrás publicar ni una sola letra. No ves que el pan literario se lo reparten unos cuantos… Los mismos de siempre y sus chupaculos, chupapollas, comechochos…
De todos modos, qué importa, si ello te hace ilusión, nada chico a estrellarte con tu muro literario. Por cierto, lo olvidaba, el próximo lunes tienes una entrevista en la oficina del SAE.
-¿Y para qué me querrán esos?
-Para qué va a ser, para justificar sus empleos.
-Bueno ellos dicen que me van ayudar.
-¡Ya! Pero nada de literatura te dirán.
¿Y a qué hora es la cita?
-A las nueve y cuarenta.
Allí estaré.
-¡Buenos días! Venía para la entrevista con el señor tal…
-Está con la anterior entrevista, espere fuera.
-Gracias.
Al rato sale un hombre con cara de estar escondido como una ardilla cuando se refugia en el árbol donde esconde su tesoro de nueces.
No sé si lleva gafas, quizá sí, o no. Una camisa de rayas rosadas y una rebeca sin k que espanta.
-Hola es usted fulanito.
-Sí, soy yo.
-Pase, por favor.
-Gracias.
-Siéntese.
-¿Qué plan tienes para tu futuro trabajo?- dice el funcionario con sus ojillos chicos y parpadeantes como si los párpados se hubiesen despegado eternamente de sus ojos.
- Mi plan es ser escritor, bueno intentar seguir siéndolo- le respondo.
-La literatura no está recogida en el plan de ayuda para encontrar empleo, debe canalizar sus objetivos sobre un empleo concreto. Además para llegar a eso has de tener contactos, ¡ya sabe!
-Pero no quiero hacer otra cosa.
-No se preocupe, nosotros le ayudaremos a encontrar el empleo apropiado para usted- responde el ratón funcionario desde detrás de la mesa como si no hubiese escuchado ni una palabra de lo que le digo. Automatizado como el ordenador que tiene enfrente.
-Ya le he dicho que soy escritor. ¿Tienen un empleo para un escritor?
-No, para ese tipo de profesiones hay otros canales. ¡Ya sabe! El dinero, los contactos…Nosotros nos dedicamos a orientar e informar de cómo encontrar empleo. De cómo acceder a los cursos de formación profesional, subvencionados por la Junta de Andalucía. No somos ni editores ni editoriales. Aquí usted encuentra un empleo.
-¿No me estará usted diciendo que el oficio de escritor no está considerado como trabajo?
-No es eso, lo que ocurre que nosotros no nos ocupamos de esos empleos.
-No sé. ¿Dígame, entonces, qué es lo que tengo que decir o qué es lo que necesita escuchar usted?- le respondo al funcionario ratón que no muestra, ni preocupación por mi situación, ni ilusión por conseguir solucionar el asunto.
-Usted debe canalizar sus preferencias sobre el empleo- repite como un contestador automático.
Me habla de los canales que debo utilizar para conseguir mi empleo favorito: la prensa, Internet…
Vuelvo a repetirle, algo confuso y hastiado que lo que quiero es dedicarme a escribir que considero una profesión digna la de escritor…
-No, mire, no podemos ayudarle en ese campo. Sin embargo si le gusta la informática le puedo proponer unos cursos sobre diseño web. ¡Qué le parece?
-No me parece nada- le digo un tanto enfadado, al parecer no hablo el idioma del funcionario- señor cuántas veces le voy a decir lo que quiero.
-De todos modos lo voy a citar para una reunión en grupo, el próximo viernes, a las nueve, le parece- dice mecánicamente- y el próximo martes a la uno vuelva para seguir con nuestra entrevista. Y no se preocupe, usted dígame los objetivos que tiene, sus preferencias a la hora de encontrar un empleo- vuelve el ratón mecánico a soltar esa retahíla aprehendida sin escucharme.
Escritor en paro busca empleo…
Se necesita ayudante de cocina, dejar Cv con fotografía…
Abstenerse sin papeles.
Se necesita carnicero para matadero…
Se necesita dependiente pendiente del sistema informá…
Se ofrece periodista con experiencia para cuidar niños…
Se necesitan mozos para almacén, no queremos sin papeles y sin carné de carretilla.
Se necesita mujer con labia…
Se necesita esteticista cristalero…
Se necesitan peones con albañiles y viceversa, interesados llamar a Julián Muñoz…
Se necesitan dameros y caballeras…
Señoritas atractivas…
Francés, griego, lésbico…
Se necesitan camareros jornada laboral completa de doce horas, abstenerse los que quieran una jornada digna y no digamos el sueldo…
Si quieres ganar dinero…
Eres joven y emprendedor…
Hipotecamos tu futuro a largo plazo, no dudes en llamar, una sola cuota, si gastos…
Se necesitan in movilizados fijos sin móvil…
Abstenerse gente en silla de ruedas…
Tu futuro en un gran grupo, fuerte y con proyección de más futuro…
Olvídate mileurista, ahora te damos la oportunidad de ser novecieneurista, tan sólo por llamar…
Vendo apartamento de doce metros cuadros, todo incluido, baño, cocina, salón, dormitorios y una terraza. Chollo cuatrocientos mil euros…
Se ofrece chica con ganas de ser explotada para esclava, añado la familia completa a la esclavitud y al servilismo…
Escritor en paro busca empleo…
Todos los prevaricadores juntos y así nos va…
©salvador moreno valencia

Escritor en paro busca...

-¿Pretendes ganarte la vida siendo escritor? ¿Estás loco? ¿Sin estudios, autodidácticamente? Estás más loco de lo que creía.
¿Sin relaciones, sin amistades en ese mundo de putos y concubinas, de putas y concubinos?
Estás majareta, como una cabra, peor de lo que había creído jamás. No podrás publicar ni una sola letra. No ves que el pan literario se lo reparten unos cuantos… Los mismos de siempre y sus chupaculos, chupapollas, comechochos…
De todos modos, qué importa, si ello te hace ilusión, nada chico a estrellarte con tu muro literario. Por cierto, lo olvidaba, el próximo lunes tienes una entrevista en la oficina del SAE.
-¿Y para qué me querrán esos?
-Para qué va a ser, para justificar sus empleos.
-Bueno ellos dicen que me van ayudar.
-¡Ya! Pero nada de literatura te dirán.
¿Y a qué hora es la cita?
-A las nueve y cuarenta.
Allí estaré.
-¡Buenos días! Venía para la entrevista con el señor tal…
-Está con la anterior entrevista, espere fuera.
-Gracias.
Al rato sale un hombre con cara de estar escondido como una ardilla cuando se refugia en el árbol donde esconde su tesoro de nueces.
No sé si lleva gafas, quizá sí, o no. Una camisa de rayas rosadas y una rebeca sin k que espanta.
-Hola es usted fulanito.
-Sí, soy yo.
-Pase, por favor.
-Gracias.
-Siéntese.
-¿Qué plan tienes para tu futuro trabajo?- dice el funcionario con sus ojillos chicos y parpadeantes como si los párpados se hubiesen despegado eternamente de sus ojos.
- Mi plan es ser escritor, bueno intentar seguir siéndolo- le respondo.
-La literatura no está recogida en el plan de ayuda para encontrar empleo, debe canalizar sus objetivos sobre un empleo concreto. Además para llegar a eso has de tener contactos, ¡ya sabe!
-Pero no quiero hacer otra cosa.
-No se preocupe, nosotros le ayudaremos a encontrar el empleo apropiado para usted- responde el ratón funcionario desde detrás de la mesa como si no hubiese escuchado ni una palabra de lo que le digo. Automatizado como el ordenador que tiene enfrente.
-Ya le he dicho que soy escritor. ¿Tienen un empleo para un escritor?
-No, para ese tipo de profesiones hay otros canales. ¡Ya sabe! El dinero, los contactos…Nosotros nos dedicamos a orientar e informar de cómo encontrar empleo. De cómo acceder a los cursos de formación profesional, subvencionados por la Junta de Andalucía. No somos ni editores ni editoriales. Aquí usted encuentra un empleo.
-¿No me estará usted diciendo que el oficio de escritor no está considerado como trabajo?
-No es eso, lo que ocurre que nosotros no nos ocupamos de esos empleos.
-No sé. ¿Dígame, entonces, qué es lo que tengo que decir o qué es lo que necesita escuchar usted?- le respondo al funcionario ratón que no muestra, ni preocupación por mi situación, ni ilusión por conseguir solucionar el asunto.
-Usted debe canalizar sus preferencias sobre el empleo- repite como un contestador automático.
Me habla de los canales que debo utilizar para conseguir mi empleo favorito: la prensa, Internet…
Vuelvo a repetirle, algo confuso y hastiado que lo que quiero es dedicarme a escribir que considero una profesión digna la de escritor…
-No, mire, no podemos ayudarle en ese campo. Sin embargo si le gusta la informática le puedo proponer unos cursos sobre diseño web. ¡Qué le parece?
-No me parece nada- le digo un tanto enfadado, al parecer no hablo el idioma del funcionario- señor cuántas veces le voy a decir lo que quiero.
-De todos modos lo voy a citar para una reunión en grupo, el próximo viernes, a las nueve, le parece- dice mecánicamente- y el próximo martes a la uno vuelva para seguir con nuestra entrevista. Y no se preocupe, usted dígame los objetivos que tiene, sus preferencias a la hora de encontrar un empleo- vuelve el ratón mecánico a soltar esa retahíla aprehendida sin escucharme.
Escritor en paro busca empleo…
Se necesita ayudante de cocina, dejar Cv con fotografía…
Abstenerse sin papeles.
Se necesita carnicero para matadero…
Se necesita dependiente pendiente del sistema informá…
Se ofrece periodista con experiencia para cuidar niños…
Se necesitan mozos para almacén, no queremos sin papeles y sin carné de carretilla.
Se necesita mujer con labia…
Se necesita esteticista cristalero…
Se necesitan peones con albañiles y viceversa, interesados llamar a Julián Muñoz…
Se necesitan dameros y caballeras…
Señoritas atractivas…
Francés, griego, lésbico…
Se necesitan camareros jornada laboral completa de doce horas, abstenerse los que quieran una jornada digna y no digamos el sueldo…
Si quieres ganar dinero…
Eres joven y emprendedor…
Hipotecamos tu futuro a largo plazo, no dudes en llamar, una sola cuota, si gastos…
Se necesitan in movilizados fijos sin móvil…
Abstenerse gente en silla de ruedas…
Tu futuro en un gran grupo, fuerte y con proyección de más futuro…
Olvídate mileurista, ahora te damos la oportunidad de ser novecieneurista, tan sólo por llamar…
Vendo apartamento de doce metros cuadros, todo incluido, baño, cocina, salón, dormitorios y una terraza. Chollo cuatrocientos mil euros…
Se ofrece chica con ganas de ser explotada para esclava, añado la familia completa a la esclavitud y al servilismo…
Escritor en paro busca empleo…
Todos los prevaricadores juntos y así nos va…

domingo, 10 de diciembre de 2006

El efecto mariposa

El efecto mariposa

A las cuatro en punto de la tarde, minuto arriba, minuto abajo, un barco hace su entrada en el puerto.
A esa misma hora, minuto abajo, minuto arriba, un señor con gafas entra en una cafetería.
El barco lleva realizando la acción de entrar al puerto desde que saliera del armador, hace casi quince años.
El hombre de gafas realiza la acción de entrar en la cafetería, también desde hace unos quince años, precisamente desde que él aprobó las oposiciones convirtiéndose en funcionario público.
¿Qué pueden tener de común estas situaciones? Nada, excepto que se producen, cada día, a la misma hora.
Pero ésta tarde ha sucedido algo impensable. El barco ha encallado en la entrada del puerto. Sin embargo, el funcionario ha hecho su entrada en la cafetería a la misma hora, sin que nada le haya impedido hacerlo.
Tanto el señor de gafas como el patrón del barco son ajenos, el uno del otro, además de que desconocen dichas coincidencias.
Cada uno de ellos realiza su función, digamos que cada uno hace acto de presencia en su escena cotidiana sin saber nada del otro. Sin imaginar que éstas acciones que llevan a cabo cada día, puedan ocasionarles algún contratiempo.
El efecto mariposa para ambos es desconocido y por tanto carece de sentido y valor.
El patrón del barco se irrita al cometer semejante error. ¿Cómo puede haber cometido una torpeza similar? Tantos años realizando la misma maniobra, a la misma hora, con buen tiempo, con temporal y siempre ha llegado perfectamente al puerto. Conoce el lugar como la palma de su mano. Pero ésta tarde algo lo ha lanzado sobre las rocas, y lo peor para él es que acaba de perder parte de su carga. Unas treinta cajas de pescado recién extraído de las profundidades del abismo marino. El trabajo de un día completo tirado por la borda, nunca mejor dicho.
El señor funcionario de gafas, pongamos que se llama Aurelio, sí, Aurelio Benítez Sánchez, eso es, un nombre y apellidos corrientes. A él nunca le ha ocurrido nada en particular, nada que se salga de lo habitual, su ordinaria y esquemática vida. Su vida ha sido y es un tránsito de acciones organizadas con meticulosidad extrema, rayando la obsesión. Nada escapa al azar. Todo está esquematizado. Ni siquiera el destino escapa al cuadrante con el que regula su existencia.
El efecto mariposa.
Al patrón del barco, que acaba de encallar a la misma hora en que Aurelio entra en la cafetería, también habrá que ponerle un nombre y unos apellidos de común y ordinario, corrientes como el de muchos, está bien: Antonio Aranda Pérez, será un buen nombre.
Ni Aurelio, ni Antonio saben, tampoco intuyen que las circunstancias en las que se van a ver envueltos, tienen un factor común, o un denominador.
Aurelio como cada día entra en la misma cafetería a las cuatro de la tarde, pide un cortado con un chorreoncito de leche fría. Lo bebe de tres tragos, exactos tragos de sabor cafetero. Paga religiosamente con dos monedas: de cincuenta y veinte céntimos. Y luego vuelve sobre sus pasos, entra en la oficina donde trabaja hace quince años.
Mientras tanto, el pescado que ha vuelto al mar va siendo empujado por las olas hacia la orilla. Allí se reúnen cientos de gaviotas que con sus estridentes graznidos se lanzan sobre el festín.
Minutos más tarde otra bandada, no de pájaros, sino de personas, se abalanza también sobre el preciado festín, disputando con las gaviotas el pescado que yace sobre la arena.
Aurelio hace su trabajo como cada día. Escrupuloso. Esquemático. Archiva. Introduce datos. Enter. Alt G. Control C. Control V. hasta las siete de la tarde que dará por finalizada su jornada laboral.
Antonio grita a sus marineros para evitar males mayores. Pide ayuda por radio. Un barco grúa acude en pocos minutos. Remolca al Rosario del viento hasta el armador.
Al menos no se ha perdido todo, se dice el patrón tomando el asunto por el lado positivo. Pero el día está perdido y casi toda la pesca destrozada; hay que pagar los jornales, los gastos y el arreglo, pero podría haber sido peor.
Aurelio sale de su trabajo en el mismo momento en que el Rosario del viento entra en el hangar. De repente ha decidido cambiar de recorrido. Decide ir de regreso a su casa por otro camino. Algo impensable en él. Hay en su interior algo que lo empuja a tomar esa determinación y en el exterior, como si fuese un imán, algo que lo atrae hacia un lugar.
El efecto mariposa.
Y Aurelio llega a la playa sin saber cómo y sin preguntarse por qué. Oye las gaviotas como locas chillando. Se acerca. Ve la tragedia. Piensa en una catástrofe ecológica. Miles de peces muertos sobre la arena. Se plantea su existencia mirando sobre la arena esos miles de ojos saltones que lo miran a él, por qué. Un hombre se acerca al verlo. Le cuenta lo sucedido y Aurelio decide, como todos, llevar a casa un poco de pescado para sorprender a su querida esposa. Al recoger su botín se pincha en el dedo índice con una púa de algún pescado y siente un fuerte y agudo dolor. Al rato ha olvidado el dolor y el pinchazo y como un niño con zapatos nuevos, regresa feliz con la cena.
Antonio en ese momento sale del astillero y va a visitar a su amante, visita que ha estado haciendo con puntualidad escrupulosa, desde hace unos quince años. Hoy llegará un poco tarde de modo que la visita ha de ser breve. Antonio estrecha en sus brazos a su amada reconfortando de algún modo la pérdida.
Aurelio llega al portal del edificio donde vive.
Antonio azorado por la pasión hace el amor con su amante en el pasillo.
Aurelio sube los tres tramos de escalera.
El efecto mariposa.
Rosario grita de placer.
Aurelio saca las llaves del bolsillo.
Antonio aprieta con fuerza todo su cuerpo contra el de su amante como si fuese el viento envistiendo a las olas.
Rosario gime convulsionado su cuerpo.
Aurelio abre la puerta, el dedo índice se ha hinchado y tiene un color morado nauseabundo. La bandada de gaviotas lucha por los peces del Rosario del viento.
El índice se agita con odio y rabia. Señalando al efecto mariposa apretando su pus virulenta sobre el ojo de un pez volador.
©salvador moreno valencia

martes, 5 de diciembre de 2006

manifiesto

Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Con estas palabras de Bertolt Brecht comienza uno de sus poemas. Pensamos que se les pueden aplicar a un grupo de personas que están siendo sometidas a presiones de diversa índole simplemente por ejercer su derecho a discrepar de un determinado modelo de desarrollo.
Por ello, los abajo firmantes, relacionados de una u otra forma con la Serranía de Ronda, con el presente manifiesto declaramos nuestra absoluta identificación y solidaridad con quienes están siendo presionados y denunciados por ejercer un derecho básico constitucional como es la libertad de opinión y de expresión. La defensa de nuestro entorno ha sido lo que ha provocado que haya personas denunciadas: ciudadanos honrados, vecinos de Ronda y de la Serranía que ejercen sus actividades con profesionalidad y respeto escrupuloso hacia todos. Nosotros, como ellos, ejercemos nuestro derecho a discrepar y estamos de acuerdo con sus actuaciones y su línea de trabajo. Los ataques a que están siendo sometidos en un vano intento por silenciarlos, las difamaciones, las calumnias, las denuncias para intimidarles, etc. las interpretamos y sufrimos como si fueran hacia nuestras personas.
Estamos convencidos de que existe un modelo de desarrollo diferente al patrocinado por los promotores de los campos de golf y de las macrourbanizaciones que los acompañan, un modelo acorde con las peculiaridades de nuestra comarca, basado en el uso racional de sus recursos naturales y en el mantenimiento de los mismos para garantizar el futuro de las generaciones venideras, que es la base fundamental del desarrollo sostenible. El modelo que se nos quiere imponer a base de cheques, no es sostenible, y ni siquiera es desarrollo, es destrucción y sus efectos son irreversibles. Pan para hoy y hambre y sed para mañana.
Propugnamos el equilibrio entre la naturaleza y la actividad humana y pretendemos que no desaparezca la identidad de la población agrupada en núcleos cohesionados y perfectamente adaptados al paisaje hasta tal punto que forman parte indisoluble de él. El crecimiento artificial y forzado que provoca la construcción desenfrenada contribuye a destruir nuestra identidad y genera un enorme consumo de recursos como agua, energía, paisaje, etc.
No ignoramos que el poder económico y político de los que promueven este tipo de actuaciones es inmenso, a raíz de las noticias que continuamente aparecen en los medios de comunicación sobre escándalos urbanísticos, y que enfrente sólo estamos ciudadanos “insolventes”, como nos calificó un concejal del Ayuntamiento de Ronda, pero seguiremos en nuestra lucha porque estamos convencidos de que es justo y que la razón nos asiste.
Por último terminamos haciendo nuestras las palabras de Jaume Terradas, postulando por el desarrollo integral del ser humano, cuando dice que “deberíamos tratar de adoptar un comportamiento superior al del cerdo que come bellotas, pero ni considera el sol que les dio la vida, ni la influencia de los cielos por la cual se nutrieron, ni la raíz misma del árbol de donde surgieron”.

Envía tu adhesión a:
Paco Rojas E-mail: frojashormigo@gmail.com

jueves, 30 de noviembre de 2006

Casa de muñecas

Me llamo Ursula, tengo esa edad en la que los conflictos internos y externos se enfrentan al radical cambio del cuerpo. Ya hace dos años que tuve la menstruación y pensé que cómo iba a ser posible, que mi cuerpo de niña, estuviese dispuesto a engendrar vida. Pero biológicamente así es.
Desde que era una niña me educaron como a una princesita, y me consta que no he sido la única. A mi hermano, dos años mayor que yo, lo han educado como a un príncipe; ese que en los cuentos vendrá a rescatarnos a las indefensas princesitas.
He crecido en una sociedad sexista por antonomasia; en mi familia siempre fui la niña sensible y frágil, porque tanto mi madre como mi padre así lo habían decidido.
Mi hermano, sin embargo, fue siempre el chico fuerte, audaz e ingenioso. Para mí estuvieron reservadas las muñecas, tanto, que incluso, cuando tenía apenas cinco años, imitaba a mi madre, que iba con el carro de bebé con mí otro hermano de un año y yo iba con mi carrito y mi bebé, incluso, con una actitud orgullosa, sin saber a lo que se me estaba condenando.
Ahora suelo ayudar en casa, a mi madre, a mi padre no, porque entre otras cosas, él nunca ha colaborado en las tareas del hogar, pero tampoco lo hace mi hermano mayor, que ahora va a cumplir dieciséis años, tiene moto, juega al fútbol y hace las cosas, que según mi padre, le corresponden a un hombre.
Y ese es el rol con el que me han llevado hasta mis cortos catorce años, pero no estoy dispuesta a seguir las normas establecidas. Solamente el pensar que he sido educada para entregarme a un machito como mi hermano, me da nauseas.
Y no me conformo que con ese rol que me han impuesto, primero, de niña y luego de chica frágil, no estoy dispuesta a aceptar que mi vida no es más que convertirme en la esclava de un patán.
He de reconocer que he conocido a hombres que eran diferentes a lo que yo entendía por estos. Y espero que con el tiempo, esos hombres junto a mujeres como yo, consigamos que tanto las unas como los otros caminemos en una auténtica igualdad, no con esa hipocresía con la que muchos pretenden disfrazar las diferencias y la violencia.

© Salvador Moreno Valencia

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Momentos

A la hora exacta, en la madrugada, la soñé en un lugar imaginario donde las olas se confunden con el brillo de la luna.
Era esa hora en la que el efecto, de las cervezas, creaba en mi cabeza caballitos de mar, sirenas de plata, veleros blancos empujados por el viento. La hora de la sentencia, el amargo trago del amor, me bebí la soledad en una barra de nostalgia, en la barra de ese bar donde palpitan los sentimientos de seres solitarios. Allí me la tomé de un trago y la sentí correr por mi garganta quemando mi esófago y encendiendo una llama en la boca del estómago. Era la novena cerveza o la décima porque a la novena siempre pierdo la cuenta y la cabeza.
Ella, fría, calculadora, me atajó sin rodeos y me pidió que la dejara tranquila, que le apetecía estar sola. Es así, orgullosa. Sentenció con el brillo de sus ojos y en sus labios corrían los deseos y los prejuicios. Y fueron los cristales de su boca los que nos separaron una vez más.
Era la hora exacta, la del tiempo detenido, la del silencio amargo, la del reloj de arena en la playa de su vientre, en las crestas de sus pechos.
En la cerveza número once o doce, quizá en la primera perdí de nuevo en el amor, gané en el olvido y me retiré a dormitar en los espejos moribundos de las calles vacías. Caminé toda la noche hasta que el alba me sorprendió un día más, embriagado de amargos tragos, dando tumbos, observado por las ventanas cerradas del amor, del calor interno, del sueño perdido.
La luz del sol me estalló en los ojos que se llenaron de lagrimas muertas, de llanto olvidado en el camino. Regué las calles empedradas de esa ciudad soñada con una larga meada de cervezas y de noches rotas. La forja de las rejas me hablaba de encierros, de cárceles.
Sueños amputados, secuestrados por el calor de sabanas engarzadas a cuerpos sudorosos. Sus labios, sus pechos, su agujero infinito, su aliento macilento enfrascado con el mío cargado de cervezas y de cigarros de melancolía. Mis labios, mi torre de Babel asaltando esos puntos en los que se rompen los cristales y ya nada nos separa.
Era la hora de la realidad, de la puesta en escena de los prejuicios y los cristales se empañaron alejándonos una vez más. Así de nuevo desperté a la hora en la que se despiertan los noctámbulos. El almuerzo me la devolvió en el sabor de la sopa y la primera cerveza estalló en mi estómago y comencé un día más, una noche que se ajetreaba por ser viernes y los deseos cabalgaron en tropel a lomos de otros ojos, otros labios.
La luna saltó de su cama y fue regando los rincones oscuros en los espejos y los cristales se rompieron a la novena o décima cerveza.
Siempre pierdo la cuenta y la cabeza. Me refugié en los pechos calientes de una mujer y desperté abrazado a la botella.
© Salvador Moreno Valencia

domingo, 1 de octubre de 2006

En la habitación

En la habitación hay sólo una silla situada en el centro, orientada, según me siento, hacia la única ventana que existe. A través de ella puedo contemplar el paso de los días, de las noches y de las estaciones. No hay nada a mí alrededor. Sólo la silla, una vieja silla que encontré en la basura, es de color verdoso y su asiento es de cuerda. La madera de la silla está gastada por el roce de los años.
A veces me pregunto cómo serían las personas que la han utilizado como asiento. Intento hacer un retrato, en mí mente, de ellas. Cómo eran sus vidas, qué hacían, a qué se dedicaban y qué pensaban cuando asentaban sus posaderas sobre el asiento de cuerda, que en otro tiempo, debió ser nueva. Ahora la cuerda está tan gastada. Al rato me evado mirando por la ventana y olvido esas conjeturas.
Por la ventana entra una luz cenital que ilumina mi rostro, dejando caer sobre el suelo la sombra del tiempo que llevo aquí sentado.
A veces suelo pensar qué habrá más allá de ésta habitación, de ésta ventana que me mira sin mirar, que me habla sin hablar.
En el suelo de la habitación hay una botella, quizá más de una, de ginebra. Algunos limones y un cenicero atiborrado de colillas.
A veces pienso, más bien me pregunto cuánto tiempo llevo aquí. No sé quién trae los cigarrillos ni la ginebra. No lo sé. Tampoco me preocupa. Siempre hay tabaco y ginebra y limones.
La habitación, a veces, da vueltas. El norte se convierte en el sur, el este en el oeste. La ventana siempre está en el mismo lugar.
Cerrada o abierta. Tampoco sé quién la cierra o la abre. A veces, una voz me dice en tono melancólico que aún cree en el amor. Entonces la palabra amor queda grabada en una de las paredes y al instante se proyectan sobre ella las imágenes de otros tiempos.
Una mujer y otra se suceden en el laberinto de fotogramas que van superponiéndose en la fría cal de la pared.
¿Así ha sido mí vida? Me pregunto taciturno, mientras otra voz me susurra palabras de aliento y esperanza. Es su voz, creo recordarla, y luego es otra voz y otra y así cientos de voces me susurran una retahíla de palabras de las que he olvidado el significado.
Esperanza, amor, libertad, paz, tolerancia, respeto, independencia.
Ya hace mucho que estoy aquí, bebo y fumo sin escrúpulos. Las noches se detienen, veo las estrellas ahí fuera acompañando a la luna en un baile infinito. Hacia el sur se dirige mí mirada. Busco la ventana y ya no está. Tampoco las paredes, tampoco la silla, tampoco estoy yo. El olor a ginebra y a tabaco lo invade todo. El humo se escapa por la vía láctea. Otra vez la voz y luego el coro de voces. Una mujer se dibuja en algún punto en la oscuridad de la noche. Lleva un vestido de lino blanco. El color de su piel es canela, sus ojos color de miel me miran desde el abismo de los días.
Ella abre sus brazos hacia mí, me llama con una tierna y delicada sonrisa.
Ven, ven. Te estoy esperando y luego el coro de voces, te estamos esperando, ven, ven.
Vuelven las paredes, vuelve la ventana, vuelve la silla, vuelve la habitación y en ella no hay nada, sólo botellas de ginebra vacías, cajetillas de tabaco vacías y una montaña de colillas en algo que se parece a un cenicero. Mi sombra ha desaparecido y con ella también yo.
© Salvador Moreno Valencia

Absurdamente absurdo

A Juan Pérez no le gustaba mucho su nombre, tampoco su apellido. Él pensaba que no era lo mismo llamarse Juan Pérez que, por ejemplo: Jhon Smist. Claro que él siempre había intentado hacer todo lo posible por llamarse Jhon o Tom o Jhones o Gustavo. De hecho había cursado varios estudios de idiomas. El inglés casi lo hablaba a la perfección. También hizo algún curso intensivo de francés en una de esas academias que por regla general siempre están situadas en las afueras de las ciudades y por supuesto al lado de alguna carretera con mucho tránsito. El curso lo aprobó con notable pero le costó un ojo de la cara, cara era la experiencia, caro era todo y además tenía como encono aquel nombre que tanto le fastidiaba. Pensó cambiarlo mil veces pero al final siempre surgía algún formalismo burocrático que impedía que su nombre pasara a los anales de su propia historia.
Juan Pérez se llamaba su padre, su abuelo, su bisabuelo, su tatarabuelo, su tío, su primo, su hermano. En aquella familia todo el mundo se llamaba Juan Pérez. Para él eso era terrible. Evidentemente, en el pueblo, la familia de Juan Pérez era archiconocida. Hasta tal punto que incluso, una calle, llevaba el nombre en honor a Juan Pérez su bisabuelo que llegó a realizar una gran hazaña. En el tiempo en que éste vivía hubo unas inundaciones que lo arrastraron todo, el pueblo quedó barrido de la noche al día y a Juan Pérez el bisabuelo, que también había sido arrastrado por la crecida del río Juan Pérez, (es que en aquel pueblo todo se llamaba así, hasta el pueblo había recibido el nombre por orden de un rey al que sirvió su tatarabuelo hacía más de cuatrocientos años) se le ocurrió la gran idea de hacer que el río, Juan Pérez, mediante unas canalizaciones apropiadas bordeara el pueblo y de este modo se evitaba que en época de lluvias las crecidas arrastraran nuevamente a Juan Pérez.
En el pueblo había al menos cuarenta personas que tenían el dichoso nombre y por eso nuestro Juan Pérez luchaba como un cosaco para cambiar su nombre y desde que empezó a tener uso de razón, siempre decía llamarse Jhon, aunque todo el mundo lo llamaba el hijo de Juan Pérez.
Ante estas circunstancias Jhon decidió marcharse del pueblo en pos de encontrar una nueva vida. Así lo hizo. Una mañana de primavera, cuando el sol despuntaba alzándose victorioso en el horizonte, cogió sus maletas y subió al Autocar con rumbo a una nueva ciudad. Tras tres horas de viaje llegó a una nueva tierra. Era una ciudad mediana, tanto en su tamaño, como en su población. Un lugar predispuesto al descanso y al sueño. Idílico es el horizonte en sus atardeceres, sus calles están bañadas con la luz de la cal blanca y empedradas sus entrañas. Jhon ajeno a su destino decidió pasear por aquella ciudad. Llegada la tarde entró en un bar, se sentó junto a una de sus ventanas, desde la que se podía disfrutar del atardecer que enciende los sueños. Pidió un café cortado y mientras lo saboreaba, ocurrió. Una mujer entró en el bar, clavó sus ojos en él, se dirigió hacia la mesa y le dijo con voz entrecortada: hola Juan Pérez, llevaba años esperándote, mi nombre es Juana Pérez.
Y como este es un relato absurdo no cuento el final de la historia, lo dejo a vuestro libre albedrío y que cada uno le saque final a este lío.
© Salvador Moreno Valencia

No me gustan los días de lluvia

He venido para acabar contigo. No es el tiempo lo que necesito para hacerlo, es la razón para verte caer entre mis manos.
Estaba lloviendo aquel día. Tú te habías enfundado en ese horrible impermeable amarillo. Estabas, en el fondo, atractiva con él, aunque lo que realmente te hacía bella era la forma en la que te calabas el sombrero, levemente caído hacia la izquierda.
Sí, fue aquel día. Aquel maldito día lluvioso. Todo se estropeó cuando te empecinaste en hacerme ver que los días de lluvia son maravillosos.
Las calles estaban abarrotadas de coches y de paraguas. Todo el mundo corría y tú hacías que perdiera la paciencia, siempre lo hacías. Eras una experta en ponerme de los nervios.
No, en el coche no vamos, iremos caminando. Llovía a mares. Yo estaba empapado hasta los huesos. Odio los impermeables y los abrigos y las gabardinas y los sombreros. Todo lo que a ti te encanta. Tú, siempre tenías el armario repleto de abrigos, gabardinas, impermeables y sombreros de colores.
He deseado tanto que llegue este momento. He soñado tantas veces con verte sucumbir entre mis dedos. He perdido el sueño tantas noches pensando en este maravilloso momento, que ahora que te veo escurrirte, lentamente, entre mis dedos, como una serpiente se escabulle entre los matorrales, siento delirio de placer al ver como tus ojos desorbitados se pierden en la oscuridad de esta noche.
Sí, aquel día lluvioso, te empeñaste en ir a casa de tus padres. Sabes perfectamente que nunca les caí bien. El caso que a mí tampoco me hacían mucha gracia. Odio las hipocresías y a ellos a hipócritas no hay quien les gane. Eso debe ser genético, porque tú eres tan hipócrita como ellos.
Me amabas, siempre decías lo mismo, yo te quiero mucho, más que tú a mí. Siempre me subestimaste, insultando mi inteligencia como el que se toma un café y se queda tan pancho.
Pero esta noche he venido para acabar contigo. Alguien te ha visto salir de un bar con ese hombre, al que has despachado cuando he llegado.
Alguien te habrá visto entrar con él en tu casa y alguien le habrá visto salir de aquí esta noche. Que casualidad, llevaba puesta una gabardina como la que yo traigo puesta esta noche a pesar del odio que les tengo.
Nadie me ha visto entrar y seguro que nadie me verá al salir, tengo la coartada perfecta, ni siquiera estoy en esta ciudad.
Y tú te quedaras ahí tumbada en la cama, estrangulada con restos de semen en tu vientre. Pero ese semen no es mío, es una prueba contundente para que le carguen tu muerte a ese pardillo. Cuando venga la policía y el forense tomarán huellas y evidentemente encontraran la eyaculación de ese tipo sobre tu monte de Venus. Qué pena me das. Aunque no debería de compadecerme de ti sino de mí.
Ya no te podrás poner ese horrible impermeable amarillo. Ya no podrás calarte el sombrero con ese arte que tenías, ya no podrás jamás intentar convencerme de que los días de lluvia son maravillosos.
Voy a abrir las puertas del armario para que todos esos horribles trajes y abrigos, impermeables y sombreros puedan verte tumbada en la cama con los ojos desorbitados y tu pelo púbico mojado con el semen de ese tipo al que te estabas follando cuando llegué esta noche para acabar contigo.

© Salvador Moreno Valencia

domingo, 10 de septiembre de 2006

¿Te sientes aludido o eres el presidente...?

¿Qué hombre es capaz de mirar a los ojos de sus hijos, con sinceridad, cuando ha terminado su jornada de trabajo en la que ha ocupado su tiempo matando a otros niños como sus hijos?

¿Qué tipo de hombre se sienta a la mesa con el júbilo desatado de su progenie hambrienta, dispuesta a devorar una suculenta comida, cuando poco antes ha dictado el embargo de medicinas y alimentos a un país destrozado por las bombas, que previamente, ha ordenado lanzar sobre esos desdichados?

¿Qué hombre juega con sus hijos, sobre la hierba reluciente de su maravilloso jardín, con la conciencia tranquila, por estar fuera de peligro de encontrar minas bajo su frondosa hierba, ya que se ha encargado él de que éstas estallen en otros jardines y sobre los pies de otros niños que no son los suyos?

¿Qué tipo de hombre jura y perjura defender a su progenie, en su bonito jardín, en su repleta mesa, en su vida de paz, matando a niños como los suyos, tan inocentes como éstos, quemando sus jardines, vaciando sus mesas y negándoles la paz?

¿Terrorismo?

Mientras en el mundo exista un solo niño desprotegido, sin comida, sin medicina, sin colegio, sin padres, sin familia...

Esto de la democracia no será más que una farsa.

© Salvador Moreno Valencia

martes, 5 de septiembre de 2006

Érase una vez que fui joven.

Érase una vez que fui joven.

Nunca me encontré a gusto en la sociedad en la que me había tocado vivir. Siendo, como era, un muchacho que dejaba la adolescencia para zambullirme de lleno en la soñada juventud. Esa etapa de la vida, que como todo en la misma es tránsito, en la que a los jóvenes se nos endilga sin más la etiqueta de que somos complicados. Eso lo dicen los que nos preceden en generación y eso lo diremos nosotros cuando, la dorada juventud, divino tesoro, haya quedado relegada a los espacios en donde la memoria se codea con la batallita del anciano, ese que añora otro tiempo que ni fue mejor ni peor, sólo fue el momento en que tuvimos al alcance cambiar el mundo y que no lo conseguimos porque sin darnos cuenta nos vimos, de sopetón, sumergidos en la edad madura, dejando atrás esa juventud que nos valió para llevar, por unos años, la etiqueta que ahora otros llevan por ser ellos los jóvenes complicados. Yo, a pesar de que el paso del tiempo no perdona, sigo sin estar satisfecho con la sociedad que me rodea e incluso albergo la esperanza de que algún día podamos cambiarla para mejorarla.

© Salvador Moreno Valencia

El reportaje

Aquel día luminoso me abrió una puerta a la esperanza. La frustración que sentía por no ver realizados mis sueños quedaba relegada, de repente, al universo de los recuerdos.
Un trabajo me llegaba como una inspiración le llega al artista y entonces decidí que afrontaría el riesgo e intentaría conseguir lo que suponía el mayor de los retos. Como una ventana cuando se abre deja pasar la luz matinal mi futuro se abría iluminando las sombras en las que la desidia y el desamparo me habían tenido recluida. Respiré una bocanada de aire nuevo y limpio y salí a la calle para hacer aquel reportaje.

© Salvador Moreno Valencia

Rojo sobre rojo

Llueve en París, ésta ciudad de luz que ilumina mi camino. He llegado a las 6,30h de la mañana. Hace frío y cae una fina lluvia que va creando cortinas de luz en los Campos Elíseos.
Estoy helado, los ojos abiertos de par en par. Ya había estado antes en París. Pero ahora es diferente, ahora es como un sueño. Aquí la realidad se confunde con el sueño, la gran Torre corta las cortinas de lluvia que se abren en cataratas que caen desde el punto más alto de la misma. Allí arriba está el creador. Allí ha quedado inmortalizado para la eternidad ese loco que construyó su sueño basándose en hierros superpuestos unos con otros, tornillo a tornillo, escalón a escalón. Así forjó el sueño de su vida.
Yo estoy en París hoy día de los difuntos. Podría estar en cualquier parte del mundo, pero qué importa si hoy estoy en París, mañana en Roma, pasado en Berlín y, luego, quién sabe.
Uno puede estar en cualquier sitio, a cualquier hora y en cualquier rincón de los sueños. París la ciudad de la luz.
París está lluvioso, está gris con una leve luz azulada y el Sena está dormitando en el tiempo a través de sus puentes.
Pienso en una pistola. La habitación tiene tres metros cuadrados.
Rojo sobre rojo.
Ella tiene los ojos verdes, verdes como la esperanza.
Rojo sobre rojo.
En la habitación hay un lavabo, un pequeño espejo lo acompaña en su antiestética. El armario es viejo, raído por el paso del tiempo.
Pienso en una pistola. París está frío esta noche. Las luces de los Campos Elíseos tiritan en el espacio inerte de los indigentes. Casas de cartón. París, Madrid, Barcelona.
Rojo sobre rojo.
Ella mira desde sus esmeraldas, un lunar preside sus labios rojos y otro su ceja izquierda.
Rojo sobre rojo.
Pienso en una pistola. Ella sumerge sus labios en su púrpura lengua.
Rojo sobre rojo.
El lavabo muestra su soledad y su inhospitalidad, el espejo no mira a ningún sitio y nadie se mira en él. La habitación tiene tres metros cuadrados. La cama está abatida y sus sabanas tiene manchas blancas y amarillas y pruebas de fumadores empedernidos y atrapados en el insomnio.
Rojo sobre rojo.
Sus ojos son estrellas en invierno. Sonríe y con su lánguida
mirada me estrella en los muros del recuerdo.
Rojo sobre rojo.
Pienso en una pistola. La pistola tiene ojos, tiene labios y tiene cuerpo. Ella dispara con su senil sonrisa.
La habitación del hostal de París mide tres metros cuadrados como en Madrid y Barcelona. El armario muestra su rigidez del paso del tiempo y mira al espejo que hace compañía infinita al lavabo.
Pienso en una pistola. Con cañón largo.
Las chicas del show girl posan desnudas si le pones monedas a la cabina. Trescientas pelas y te enseñan las tetas y el coño.
Rojo sobre rojo.
El molino rojo está caliente. Mon Maitre duerme su sueño en un cuadro de Van Gogh.
Pienso en una pistola.
Un hombre solitario, una calle solitaria. El silencio es empañado por los gritos de una chica.
Pienso en una pistola.
Otro hombre llama con desesperación en un portero automático. Se oyen gritos de una chica. Nadie responde en el portero. Silencio. Sólo los gritos de una chica.
Las chicas del sexo posan desnudas para ti si le echas monedas a la cabina.
Pienso en una pistola.
Suenan dos disparos. Secos. Fríos. Y los gritos los rompe el silencio en un quejido sin final.
Pienso en una pistola.
Rojo sobre rojo.
He llegado a Barcelona desde París, hoy no está lloviendo. Hay un sol cenital y los cristales empañados anuncian el frío exterior.
Las Ramblas están abarrotadas a pesar del frío que hace. La tarde cae lentamente y Colón sigue con su dedo imperecedero señalando a un punto infinito en el horizonte del Mediterráneo.
Como siempre, en las Ramblas, hay gente buscándose la vida. Estatuas vivientes, mimos, pintores, timadores, vendedores de todo tipo de objetos, carteristas, chorizos, putas que se asoman a las esquinas del barrio chino. Barrio Gótico elemento emblemático de la arquitectura de siglos pasados. Chinos, turcos, sudafricanos, marroquíes, peruanos, chilenos, ecuatorianos, colombianos, búlgaros, checoslovacos, polacos, rusos, tailandeses, filipinos, indios, argentinos. Gente de todo el mundo. Barcelona, París, Madrid, ciudades cosmopolitas. Mezclas de culturas y razas. Mafias, robos, asesinatos.
Barcelona está encantada esta tarde, la magia de sus calles se trasmite a través de los muros de sus casas centenarias. Aquí hay sitio para todos. Casa de cartón. Indigentes, inadaptados viviendo en las calles. Todo se repite. Todo es igual. La gente que pasea por la Rambla, es igual a la que lo hace por los Campos Elíseos o por la calle Preciados de Madrid. Todo se repite.
Pienso en una pistola.
Rojo sobre rojo.
En mis sueños se repiten las imágenes y los gritos de una chica me sobresaltan y me despiertan.
La prensa: La Vanguardia de Barcelona. Sucesos. Encuentran a una chica muerta en su domicilio. Tiene dos balas incrustadas en su cuerpo. Corazón y cabeza.
Rojo sobre rojo.
Pienso en una pistola.
Prensa de París: Le Monde. Sucesos. Encuentran una chica desnuda y con dos disparos sobre su cuerpo. Corazón y cabeza.
Rojo sobre rojo.
Barcelona está maravillosa esta noche. Salgo a tomar unas copas. Una chica me lleva a un local para tomar algo.
Describo: Camino por la Rambla, son las once y treinta minutos. Al final de la Rambla una chica, que no es la negra flor de Radio Futura, se acerca a mí y me pregunta si conozco algún local donde pongan salsa. Le respondo que no soy del lugar y me dice que tampoco ella es de Barcelona.
Está sola y me propone que la acompañe y como yo también me encuentro solo acepto su oferta.
Rojo sobre rojo.
Es alta, me saca al menos diez centímetros, morena, ojos negros, pelo largo y rizado. Viste pantalón ajustado de color negro y una camiseta donde se adivinan sus tetas con pezones erizados y mirando a la luna.
Pasamos por un bar y ella me dice que entremos, su insistencia me da mala espina. En el bar hay otras chicas y también chicos. De momento, observo y todo parece normal. Nos acercamos a la barra y pedimos dos copas. Cinco mil, me dice la camarera que las ha servido. En ese momento me doy cuenta que me han estafado. La chica se levanta y va al baño. En la puerta del baño hay un tipo vestido con traje negro. Se detiene ante él y puedo ver como hablan dirigiéndose a mí.
Ella regresa. Se sienta a mi lado. Viene otra chica, me la presenta y le pide que se quede conmigo. Ella tiene que salir. Ya sé dónde estoy, es un local de alterne camuflado. Un polvo cinco mil. Ella vuelve con otro pardillo como yo.
Rojo sobre rojo.
Pienso en una pistola.
El whiskye es matarratas. La otra chica que se ha quedado sentada a mi lado me pide que la invite a una copa, me niego.
El señor del traje negro se acerca, se pone tras de mí y de repente siento un objeto punzante en mi costado, frío como el hielo. El tipo me pide discretamente que abandone todas las pertenencias de valor que llevo y además el dinero.
Pienso en una pistola.
Rojo sobre rojo.
La estación me da vueltas. Tengo un tambor metido en la cabeza. Los ojos rojos, no tengo tabaco ni dinero.
Rojo sobre rojo.
Mientras espero el tren veo como un señor ojea la prensa, me acerco y puedo leer. Sucesos. Encuentran a una chica asesinada en su domicilio con una bala en el corazón y otra en la cabeza. Rojo sobre rojo escrito en su pecho con carmín.
Pienso en una pistola.
Anuncian la salida del tren y pienso en París, Madrid, Barcelona. Los gritos de una chica retumban en mi cabeza. Hay una calle vacía. Un hombre solitario va por ella.
Rojo sobre rojo.
Pienso en una pistola.

© Salvador Moreno Valencia

lunes, 28 de agosto de 2006

Oh! Así!

Oh! Así!

Las arenas del desierto, ese desierto azul y solitario que veo desde la ventana de mi alma, se mueven con los vientos cálidos que vienen de tus ojos. Y me miras con esos inocentes y profundos espejos del sueño, de esos sueños que son mis arenas movedizas.
Las palmeras en el oasis de tu cuerpo me cobijan en las horas aciagas de mis deseos. Corre el agua de la fuente de tus besos por mi garganta reseca, yerta y polvorienta de este largo camino que es mi vida, donde he perdido tantas veces el sabor fresco de unos labios como los tuyos y donde el miedo a volver a perderlos hace que ni siquiera pretenda besarlos. Me tumbo en la arena caliente del desierto de la vida y miro las estrellas que brillan como tus ojos cuando me miran y tu boca es nuevamente manantial de agua limpia y pura. Sólo un sorbo de tus labios me hará sentir ese alivio y tu agua bajará por mi garganta seca y sentiré la frescura de tus pechos como dos montes nevados. Y ésta soledad se romperá en tu vulva, en tu infinito triángulo y en ese profundo y misterioso abismo que es el principio y el fin de los días.
© Salvador Moreno Valencia

domingo, 27 de agosto de 2006

A la hora anunciada

A la hora...

A la hora de la hora
es una muerte que amén
de los mortales
todos tenemos señalada.

Que por mucho que te afanes
no te valdrá de nada
eludir la cita previa
con la amada de los sueños.

Por entero yo me entrego
a lo que viene por hoy
que si ayer no fue mío
mañana no pertenezco
que lo único que tengo
es éste presente incierto.

Y en pasando ya la hora
es una muerte anunciada
para todos los mortales
que se afanan para nada.


Despertar

Cuántas veces he contemplado éste mar,
ahora en calma, ahora tempestuoso,
henchido de amargura y dolor.

Cuántas veces he oído el rumor de la olas,
suave y salvaje, con los sentidos embotados
y sumido en una eterna resaca.

Cuántas veces he soñado días de lluvia;
y lágrimas han brotado en el cielo oscuro
bajo el que me escondía, bajo el que me deslizaba
como una alimaña huyendo de mis pesadillas.

Y sin embargo, ahora, en éste momento,
una vez desaparecida la oscuridad y la obstinación de mi mente;
tus ojos que todo lo iluminan me hacen sentir, ese mar,
esas olas, esa lluvia, ese cielo con la salvaje fuerza
con la que musitan los elementos que los componen.

Tus cristalinos radiantes...
Tus labios encarnados e inocentes...
Tu dulzura angelical...

La rivera

La espuma
Primavera;
Hilo que hila
La espera;
Araña maldita
De tiempo;
Migraña en el recuerdo;

Conozco los silencios,
Tus miradas, frías, duras,
Lejanas;
Conozco, qué conozco.

Empezar es volver

Oigo unos pasos en el silencio de la tarde;
Me detengo a mirar a quién pertenecen
Los pies que construyen ese taconeo
Incesante y eterno.
La calle está tan vacía
Que casi dan ganas de vomitar;
Se detienen los pasos y no son los míos.
De repente un pensamiento pasa
Como alma que lleva el diablo,
Como si llegase tarde a una cita,
La última de las citas, entrañable y seductora...

Maltratador

Un gallo en la taberna
“machito”
y un cigarro de boca
se estrella victima,
de un miedo, de un algo que no se ve en los espejos.
Que tus ojos alba fueron
Que tus abrazos abrigo
Que tus sueños
Destino;
En una esquina
Malogra la vida
Mi vecina;
Atragantada de miedo
Moretones en el bolsillo.

Un completo no me olvides
Para la memoria
30 peces,
y un ratito de pasas para el olvido.

Dieciséis primaveras

Ella era ante el espejo
Una tierna mirada
De profunda belleza;
Pero sus ojos
Veían monstruos
En vela acechando
Para su golpe efectivo.
Ella era bella
Pero se sentía horriblemente
Fea;
Luego la abandonó
Su autoestima
Y soñó pedregosos
Caminos;
Se tatuó con sangre
Sobre sus azules venas
Una cuchilla afilada
Que la devolvió
Al mundo de las marcas,
Malvadas Hadas de este tiempo.

Un escenario pérfido

Frágiles marionetas
Para ésta farsa,
A este escenario
Le salen los ratones por debajo
Y por arriba
Vomitan los hilos
Exigiéndose tanto
Que han caído
En el abismo.
Marionetas oxidadas
Olvidadas;
Cuando la tierra era
Un lugar grato
Donde apacentar
Las vacas; las del amor.
Y ahora que te exige la exigencia
Para exigirte tanto que al final
Vamos a descubrir
Que nada vale para nada.

El embarcadero

El viejo embarcadero, está
Como tantos otros; cansado.
El viejo embarcadero se
Sumerge en las aguas del lago;
De cualquier lago donde brillan
Opacas sus negras aguas.
Hay movimiento de libélulas
Que sortean con sus transparentes
Alas, florecillas silvestres.
Yo pienso, miro el horizonte
De árboles verdes y puntiagudos
Que señalan al cielo como flechas
Vengadoras;
Y,
Las aguas mansas acarician al viejo embarcadero;
Hace ya tanto tiempo
Que las barcas oxidadas navegan por los sueños...
El viento suave y lleno de pájaros.
Hondos y próximos
Caminos se pierden en un laberinto de bosques.
Un motor suena a lo lejos,
Y un coro de distintos
Sonidos de aves flota en el aire
Como una musaraña.
Las casas como solitarias islas
Enseñan sus luces
En las ventanas;
Hilos de humo
Emergen de sus tejados y
En el cielo de óxido
Una tarde se desprende
Del vaporoso día amortajado;
Cinceles de Artista en las plumas del viento.
Esculpe la tierra colores
Sobre el agua y las maderas
Troncos de verdes ramas
Encienden la niebla,
A lo lejos, nuevamente, me detengo
Y unos ojos me miran,
Simplemente, me miran.
En el granero posan sus patas
Los grises cuervos y
Como urracas negras
Vacas dan lamentos
En el prado.
Yo disiento y caigo
En la maraña, musaraña
De mis ojos, miro, observo
Y guardo silencio.
En la orilla dos jóvenes
Se divierten con sus trajes
De baño, y, un pato se deja
Llevar por la corriente.
Los gritos de las locas
Gaviotas se mezclan con
Los de una bandada de grajos.
En el horizonte hay sirenas
De arena custodiadas
Por un Fauno.
El sol se asoma tímidamente
Manchando con dorados trazos
Las aguas de este lago y
El viejo embarcadero sigue
Viendo pasar el tiempo
De oxidadas barcas en el cielo.
Una nube de mosquitos
Baila su danza y
El viento los arrastra
Hacia cuerpos tumbados
Al sol.
Corre el hielo por la punta
De hierro oxidada, de
Tiempo la hora maga
Que ésta luz deshaga
Cobardes contradicciones
Y luchas para nada;
Si vuela el pez,
Al de diez, con un
Guiño yo me subo
A la sirena de arena que extendiendo sus alas
Me invita a volar por los sueños.
Digo adiós a éste viejo embarcadero,
Sobre tablas que envejecen y
Oxidan su tiempo al sol.
Me voy, compro champagne.
Luego me evado y
En familia oigo voces en Babel,
Que hablan o discuten y aun
Sin entender nada
No me pierdo en absoluto
Que de trivialidades
Ya tengo un saco
De conversaciones vanas.

© Salvador Moreno Valencia

sábado, 26 de agosto de 2006

LA DESESPERACIÓN DEL DESTIERRO

¿Qué está pasando papá?. ¿ Qué ruidos son esos?.
Estás y muchas más preguntas le hacía un niño de siete años a su padre, cuando el cielo se encendía y las bombas cortaban el silencio como una saeta. Papá, Mamá, ¿porqué nos vamos de la casa?, mamá ¿puedo llevar a Toby con nosotros?.
Toby no puede venir, allí a donde vamos será difícil encontrar alimentos para nosotros, déjalo aquí, así podrá cuidar la casa y cuando volvamos todo estará como antes.
La familia cogió todo lo que podía llevar consigo y se echaron al monte, poco a poco se fueron reuniendo con miles de familias que como ellos huían del terror y de la muerte. Los ancianos miraban hacia atrás y en sus ojos corrían las lagrimas de la desesperación, dejaban atrás toda una vida, todas sus pertenencias, dejaban su pasado, sus vecinos muertos a tiros por no haber salido a tiempo en busca de una libertad efímera, de un derecho a la vida, que se les negaba en su propia tierra. Allí, donde crecieron y lucharon para poder conservar sus pequeñas tierras, sus casas que, ahora ardían tras ellos, allí donde enterraron a sus padres y a sus amigos, allí donde vivían el día a día como en cualquier lugar del mundo antes de que comenzara la persecución, antes de que unos señores, que ni siquiera conocían, decidieran hacer una limpieza étnica, una atrocidad incomprensible, una barbarie de tal magnitud, que no tenía respuesta en sus mentes de personas humildes.
Solo los tiranos pueden justificar la masacre, tanto los de un bando, como los de otro. Unos por erigirse salvadores del mundo gastando miles de millones en bombas y en armas para la guerra cuando, probablemente esos miles de millones repartidos entre los pueblos afectados por la barbarie contribuirían a una paz más saludable para todos. Y los otros, en este caso los malos de la película, por erigirse en limpiadores de razas, creyendo que solo ellos tienen el derecho a disfrutar la tierra de la que pretenden exterminar a cualquier ser que no sea de los suyos.
Papá, estoy cansado, tengo hambre, tengo sed, ¿cuándo vamos a llegar?, papá tengo frío. El sol caía en el horizonte como cualquier tarde, pero no era una tarde como aquellas en las que se reunían todos en el porche de la casa y contemplaban el atardecer con alegría. El sol caía y sin embargo, las miles de familias desheredadas de sus tierras no lo contemplaban como lo habían hecho durante tantos años, sí, el sol esa tarde era el ocaso de sus vidas.
Mientras miles de personas miraban en sus televisores el estado de la guerra, miles de personas se preguntaban- ¿Porqué?.
¿La guerra es cuestión de orgullo? Porque al parecer ni los “buenos” ni los “malos” se bajan del burro y los que sufren reciben la noche con las preguntas sin respuestas.
Papá tengo frío, se oían miles de llantos y las estrellas ya no alumbran lo mismo para los desesperados en el destierro de sus vidas.
¿Porqué?
© Salvador Moreno Valencia

Homenaje a los ochenta

Corrían los chupitos como balas del infierno garganta abajo quemando nuestros esófagos con su endiablado destilado de agave, cuando sonaba, en el momento álgido de la noche, la canción que todos coreábamos: “El limite” del grupo de rock La Frontera.
Nos identificábamos con aquellas letras por creernos, a esas horas, en las que los efectos del tequila nos habían transportado al limite del bien y del mal, al menos de lo que entendíamos como tal, cercanos a ese mundo que rompe las fronteras de lo cotidiano, por cotidiano mil veces más absurdo; el limite, como estar al filo de la navaja o caminar descalzo sobre brasas de carbón era lo que creíamos entender pensando de una manera libertaria, desalojados de ataduras y de imposiciones sociales.
Más bien era un lugar imaginario en donde nos hubiera gustado estar en algún momento de nuestras vidas, dándonos la oportunidad de poder cambiar el mundo que nos rodeaba haciendo realidad ideas y sueños; entonces el ritmo de la música y el estribillo de la canción nos otorgaban unos segundos de gloria, la que en nuestros corazones anhelábamos en los labios ardientes de alguna hermosa mujer de prietas carnes lanzándonos a la lujuria más descabellada y atroz por bella e irreal, por estar más cerca del mal que del bien propiamente dichos como nos lo habían hecho creer nuestros educadores no laicos dotados de una fe y un doctrina colmada de misterios.
Nosotros éramos hijos de la frustración y el desengaño, adolescentes que despertábamos en una transición y jóvenes que nacíamos en una democracia que se acababa de estrenar en un país que salía de un duro trance dictatorial.
Y aquellas canciones de los ochenta con su movida madrileña, como siempre ha sido, centralizaba un movimiento que hacía despertar a toda la nación en su capital, quedando el resto del territorio huérfano de cultura y sumido por muchos años más en la más profunda y negra de las Españas, que todavía, en algunos pueblos, por desgracia, sigue viva.
Nos llegaba la movida ochentera tarde, casi en los noventa, al menos en aquélla ciudad que bien comparó un gran amigo mío como la Cuba sin Fidel, una isla rodeada de montañas, lejana al mundo exterior y cercana al pasado.
Canciones como “El limite” y tantas otras: Lobo hombre en París, Jardín Botánico, Cadillac solitario, Perlas ensangrentadas, La chica de ayer, Déjame, Enfermera de noche, Bote de colón, Bailaré sobre tu tumba, Galicia caníbal, Camino Soria, Juan Antonio Cortes, Groelandia, Yo tenía un novio que tocaba en un conjunto, Ataque preventivo, El pistolero, Metadona, Escuela de calor, Huesos...
Y muchas otras sin dejar en el tintero a las que nos obsequiaron sus majestades satánicas los Rolling Stones, Bob Dylan, Eric Clapton, Tina Turner, Bob Marley, Nina Simone, Eurithmics, Status Quo, Roxy Music, David Bowie, Talking Heads, Chris Rea, Leonard Cohen, Pretenders, Dire Straits, Pink Floyd, Police, U2, Scorpions, Kis, The Chlass, The Ramones...
Todos estos y muchos otros grupos que escuché en aquella isla fueron, al menos para mí, la salvación, gracias a ellos crecí como persona y aprendí cosas maravillosas; descubrí de la vida lo dulce y lo amargo y me tambaleé al limite de aquello que entendía como bien y me acercaba al mal; bailé al ritmo de las guitarras de la Frontera cuando oía aquel “El limite” dejando que mi imaginación volase hasta llegar a lugares soñados caminando por ese fina y frágil línea que separa el mal del bien y viceversa.
© Salvador Moreno Valencia
E-mail: alvaeno33@hotmail.com
Tel. 652470813

La inmigración

No deberíamos de creer que el fenómeno es exclusivo de estos días. Porque la historia constata miles de movimientos de humanos a través de todos los tiempos. Los motivos pueden ser distintos pero que en nada se diferencian los de tiempos pasados con los de ahora.
El hombre en su condición de búsqueda ha protagonizado incursiones en todos los rincones del planeta en el que es, por supremacía, el rey todo poderoso. Pero al mismo tiempo es el simio insignificante que en su pretensión de estar por encima de todas las cosas se destruye a sí mismo y cómo no a sus congéneres.
¿No es la inmigración un reflejo de la inquietud de los humanos por superarse y por conseguir lo que otros poseen con los derechos y deberes de todo ciudadano, con el respeto y la libertad que a todos nos debería amparar y sin embargo nos desampara?
¿No son las democracias modernas las causantes de ese fenómeno al cerrar las fronteras y dividir el mundo en parcelas? ¿No es de todos merecido el derecho al tener una vida digna y vivir donde plazca siempre que se responda ante los deberes y derechos establecidos con respeto y libertad?
Los humanos en pos de riquezas producen infiernos inhabitables, ghettos, marginación y caos. Consideremos que la inmigración es sólo un efecto más de las sociedades modernas y que son éstas las que deben atajar, desde un punto de vista humano, tal fluido de seres en busca de una mejor calidad de vida y no olvidar jamás que ante todo debemos compartir las riquezas y erradicar la miseria que producen las sociedades desarrolladas.
Desde mi punto de vista la inmigración no es un problema, el problema está en la ineficacia de los gobiernos y por tanto en la pasividad de las democracias. El pueblo se mueve de un lugar a otro desde tiempos remotos e intenta asentarse en los lugares donde poder crecer y prosperar, cultural y económicamente.
¿Por qué los países mal definidos “libres” y “demócratas” cierran sus fronteras y sueltan los fantasmas de la xenofobia entre sus contribuyentes, en lugar de buscar solidarizarse con los países de origen de dichos inmigrantes para, en la medida de lo posible, atajar el fenómeno creando soluciones con sus gobiernos y haciendo que esos hombres, mujeres y niños tengan en su tierra de nacimiento lo que buscan en ese éxodo hacia la tierra prometida jugándose en muchos casos la vida?
Salvador Moreno Valencia
Escritor.
DNI. 25567962N
Fuengirola- 29640- Málaga
Tel. 652 470 813
Email: alvaeno33@hotmail.com

viernes, 25 de agosto de 2006

Un rato de olvido

Un rato de olvido
Al tiempo le hacen ilusión las musarañas;
las del olvido;
frecuentes hilos de memoria, arrojados al oscuro abismo,
los Albures danzan en la niebla de la tarde;
tu haces planes de futuro;
yo me quedo hipnotizado mirando musarañas;
en un rincón arden los restos;
fotografías, objetos
y sueños oxidados.

jueves, 24 de agosto de 2006

Insomnio

Insomnio
En las noches de vigilia, tras la barra de este bar, puedo observar cómo los clientes, cada noche, se debaten en intensas divagaciones amenizadas con alcohol.
En esas noches de calma chicha, de nostalgias ocultas tras el humo de los cigarrillos, miro una a una las caras y oigo retazos de diferentes conversaciones. Cada uno llega con su carga, esa carga del día a día. Arrastran pesares y alegrías empañándolas con el vaho de los cubitos de hielo, que miran mientras les sirvo las copas dejando caer un hilo de wisqui, ginebra o ron.
Saborean la última hora antes de darse de bruces con la habitación que cada noche les espera y les lleva, al silencio y a la soledad de sus destinos.
Apuran sorbo a sorbo los minutos de ese insomnio noctámbulo. Miran a la nada o se miran a los ojos, dejándose llevar por la melodía que suena de fondo a lugares donde los pensamientos y los sentimientos navegan libres sin más preocupación que la de ver la copa llena.
La primera copa la disfrutan con la calma que produce la metadona en los toxicómanos. El alcohol seda sus angustias y a medida que el vaso va quedando vacío veo brillar sus ojos con un resplandor lunar, un brillo plateado y es entonces cuando sus lenguas se desatan de ataduras, mientras que los prejuicios y perjuicios piden otra copa y se fugan con la primera mujer o con el primer hombre con los que cruzan miradas; esperando que yo les vuelva a dejar caer otro hilo dorado de licor espirituoso, con la esperanza y soltura que les producirá la segunda copa.
Hay otros que se pierden recorriendo el pasado chupito a chupito, ahogando el dolor que les produce el desamor, vaciando la amargura de sus almas solitarias ajadas por el tiempo.
Veo en sus ojos cansados la derrota, la desesperanza, la desilusión, la desconfianza y el fracaso de sus vidas. Buscan algo sin saber realmente qué. Buscan en los reflejos de vasos de ginebra, en los destellos de tubos dorados de vasos de cerveza una luz, una mirada, un gesto de calor y de afecto, un abrazo, un beso.
Buscan a alguien que les haga olvidar el dolor y sentir que en sus vidas aún hay tiempo para un nuevo amanecer.
A la tercera copa comienzan a encenderse las pasiones y las risas se confunden con estribillos de canciones bailando al compás de ritmos frenéticos. Los recuerdos dolorosos quedan diluidos en los restos de las dos primeras copas. Y poco a poco van quedando atrapados en un mundo irreal, lleno de fantasías maravillosas que surgen por los efectos del alcohol. Así vienen la cuarta y la quinta y muchas más. Entonces se confunden los pensamientos y los sentimientos; las risas, en algunas ocasiones, se vuelven llanto cuando comienza la bajada de la euforia producida por la ingestión de ese liquido mágico.
De repente se ven en brazos de alguien que no conocen y que probablemente al día siguiente ni recuerden.
Yo seguiré estando aquí tras la barra de este bar para dejar caer hilos dorados de ilusión y esperanza en las noches de insomnio.

© Salvador Moreno Valencia

miércoles, 23 de agosto de 2006

La Luna del Membrillo



A Corina


El sol se está ocultando, en el horizonte el mar se viste de oro. Las gaviotas se reúnen en la playa. El viento arrastra una maraña de nubes.
Llevo horas sentado sobre la arena. Cierro los ojos y puedo ver, con nitidez, un rostro.

En el campo los membrillos van amarilleando entre las hojas. Abro los ojos y el rostro desaparece y frente a mí, nuevamente, el mar que ahora viste su traje de noche bañado por el destello plateado de la luna que se asoma tímida entre las pequeñas olas.

Cierro los ojos pensando en el color de los membrillos. Otra vez ese rostro que llega a mi mente, una mujer que se balancea bajo las ramas del membrillo asiendo un canasto en su mano, un canasto que va llenando con la dulce compota del fruto amarillo.

Es una mujer morena de ojos profundos. La imagen se repite una y otra vez: la veo allí recogiendo el fruto del membrillo.

La playa está desierta y yo sigo aquí sentado contemplando, en el horizonte, la luna que hoy hace gala de su más bella plenitud. No quiero marcharme, quiero estar aquí sintiendo el roce de la arena en mis pies descalzos.

Ella aparece y desaparece. La veo ahí tan cerca, pero se evapora como un sueño con alas de mariposa.
Sigo aquí sentado esperándola, deseándola. Pero ella va y viene como las olas. El rumor del viento me habla de su vida. El mar brilla sonriéndole a la luna, ella me sonríe ocultándose tras la niebla.

Luna de Octubre.
Luna del membrillo.

Empiezo a sentir el frío de la noche, la humedad del mar se va introduciendo en mis pensamientos entumeciendo la memoria. Decido levantarme y caminar para entrar en calor. Sigo viéndola, la presiento.
Voy andando por la playa, envuelto en mi capa de sayo. Lanzo piedras al vacío de la noche sin ella. Una fuerza desconocida hace que me detenga, caigo al suelo, todo queda en el más absoluto silencio, todo se oscurece.

El membrillo.
Luna de Octubre.
Carretera sin final.

Voy en un coche, conduzco alegre al ritmo de una sinfonía, melodías que danzan en el interior creando pensamientos alegres, un coche me adelanta. Como único ocupante una mujer que conduce ensimismada en sus asuntos, imagino. Sin intenciones de ningún tipo seguimos nuestro camino. De repente jugamos al gato y al ratón. Ese rostro ¿dónde he visto esa cara, dónde esos ojos?

El membrillo,
la luna, el mar,
esa mujer...

En el oeste el sol lanza sus últimos rayos sobre algunas nubes solitarias. En el este, sobre los llanos de La Mancha, se levanta poderosa la luna en su plenilunio iluminando los viejos molinos de viento, ¡aquellos gigantes! A mí lado, en el asiento del conductor está ella. Hablamos de Federico, de Cohen y de Pequeño Vals Vienés mientras contemplamos alegres los colores que pintan el sol y la luna sobre el lienzo del cielo.


¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".*


La oscuridad desaparece. Estoy helado, tiemblo de frío. El mar sigue acunando a la luna. Haciendo un esfuerzo me pongo de pie y echo a andar. Siento una extraña redondez en mis manos.

Amarillo va el membrillo
Por caminos imaginarios.
Amarilla va la Luna
Por un mar solitario.
© Salvador Moreno Valencia

*Versos de Federico García Lorca: Pequeño Vals Vienés